No es cierto que en los burdeles
las niñas de ojos inmensos almendrados
aguarden la embestida adornadas con flores y collares.

El poeta no sucumbe a su inocencia.
La usa en el estercolero pringoso del horror que crea
y corre a escribir un magnífico poema.

La única realidad del Poeta es su insensibilidad,
su odio profundo desatado hecho Arte.

Las niñas no importan, no sienten, no piensan,
no pasan a la historia.

 

(Del libro El hombre, la civilización monstruosa – escrito en junio de 1993, revisado en octubre del 2013)

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