LA GUERRA VISIBLE Y LA INVISIBLE. Hablaba hoy con Atticus de que a veces temo no aguantar más la mediocridad violenta del cotidiano, que me lleva a desear tirarme por la ventana, un poco en serio, porque yo para la fidelidad a la vida soy muy seria. Hablaba de que yo no quiero eso, pero la mediocridad violenta de quienes presentan las buenas cosas como agresión me supone tal desbordamiento de no poder nada contra esa injusticia invisibilizada que, bueno, me gustaría apearme, de pronto lo veo muy fuerte, muy claro: ahí os quedáis. Os lo cuento porque es importante hablar de los peligros, para controlarlos. Yo es que AMO la vida. Confío en la gente. SÉ que podríamos vivir muy bien, colaborando, haciendo cosas increíbles. Y NO PUEDO COMPRENDER TANTA IRRACIONALIDAD VIOLENTA. Me espanta ver a diario cómo innumerables cosas pequeñas van socavando lo más bello, lo más bueno, lo que podría cambiar el mundo a mejor. Ya os digo, no os preocupéis ni un instante, porque no lo haré. Y lo hablo para ver que efectivamente no lo haré. Ya pasé por eso de joven, en un periodo duro, y no lo hice. Cierto que intenté hacerme drogadicta para no sufrir, no podía más, pero mi cuerpo no me dejó. Y bueno, salí. Salí de aquella. Y ahora tengo que poder salir mucho mejor porque soy vieja, y un poco sabia. Y tengo muchas cosas buenas en mi vida, que literalmente, LITERALMENTE, me sustentan, y me acompañan en los vuelos asombrosos que hacemos. Supongo que tendré que aceptar que que me teman sea algo bueno. Es hacerse a la idea. En fin. Feliz semana de amorosa caña!

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