Hay una grieta en el cuero viejo y duro
del terror impuesto y sordo, viejo y duro
y cubierto por el moho del vapor
de las lágrimas y el sudor
que se está resquebranjando ahora
tras siglos

de golpear la superficie
a pesar del ruido ambiente,
digamos batallas, invasiones,
digamos sí con dolor inconcebible, gritos,
que es el terror espeso, complejo
del crimen más invisible, la violación,
ese orden patriarcal del mundo.

Torturar así, tan particularmente,
degradados los hombres a objeto que es un arma.
Terrorismo del sistema.

La grieta anuncia un mundo bueno
que no llega lógicamente sino porque se busca,
sabiendo
que lo que eres es lo que se anuncia
y también lo que pretendes transformar.
En tu cuerpo, en lo que tú eres
se recuerda el pasado,
se anuncia el futuro.

Sólo hacía falta saber
que más sentían náuseas.
Que puedes saltar y caer
en sus brazos, los brazos
de quienes no se dejan confundir ya más
por los premios y los castigos…
(En qué mundo fueron concebidos,
desde qué tara de la destrucción impuestos…)

La inteligencia no imaginó laberintos de sufrimiento,
fue la cobardía de los incapaces.
Ciertamente son temibles, sin embargo,
quizá merezca la pena retirarles nuestro miedo,
el nuestro por ser objetivos militares
y el vuestro por ser hombres.

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