No es posible el borrón y cuenta nueva y al tiempo…

La inferioridad cognitiva, intelectual de las mujeres (transmitida en todos los ámbitos, incluida la Historia y el mundo de la Cultura sancionada), y también la moral (transmitida brutal y sutilmente por las religiones), ha sido construida empecinada, permanentemente en el planeta por un mismo sistema de organización social, el sistema patriarcal. Desde Aristóteles a Nietsche, ejemplos del mundo del pensamiento, desde la Biblia a las Inquisiciones y Cazas varias, desde la exclusión material de las mujeres de todo espacio de acceso al desarrollo de las habilidades cognitivas del cerebro humano (bibliotecas, universidades) hasta el siglo 20, desde la Historia escrita, donde las mujeres no aparecen supuestamente porque no han aportado nada valioso para la especie (lo único para lo que sirven, que no es meritorio sino una ventaja biológica, es gestar y parir, a lo que se suma la imposición de educar obedeciendo los mandatos patriarcales, y nada de esto puede ocupar un lugar en la Historia patriarcal porque no es excepcional, sino obligación), demostrar la inferioridad de las mujeres ha sido tan intenso y continuado que podemos decir que equivale a un lavado de cerebro de los colectivos culturales. Muy recientemente, en el siglo 20, un número suficiente de personas como para que se aprecie el impacto en la propia fibra de la sociedad, ha cuestionado el más duro status quo del planeta: muchas personas tienen ya las palabras para defender con argumentos y con datos procedentes del análisis de las realidades, el sistema patriarcal de sexo-género que ha fundamentado y justificado hasta la náusea la distribución de papeles de hombres y mujeres en la sociedad.

Ser mujer se define por este tener la capacidad de gestar un embrión, y no que se desee gestar, parir y asumir el tener hijos e hijas. Patriarcalmente, tener la capacidad física de gestar implica incapacidad intelectual y moral. Y este único compartimento reservado a las personas con vagina tiene como única alternativa el que se las use como muñecas hinchables.

Sin embargo, ser mujer es desde una perspectiva feminista ser persona, tener todo el potencial del cerebro y la mente humanas, y la construcción de una sociedad justa no puede ignorar este hecho, es más, debe apoyar a las mujeres para que se recuperen de los efectos de siglos de alienación de su condición humana. Si hemos sobrevivido, ha sido justamente porque disponíamos de inteligencia, esa capacidad para adaptarse y sobrevivir, incluso en las circunstancias más adversas. Los hombres también necesitan espacio para recuperarse del papel de Hombre que también se les ha impuesto, aunque el papel asignado a las mujeres y la no existencia de papel asignada al resto de personas que no podían ser encajadas en el papel de Hombre o de Mujer, han pertenecido al grupo oprimido, y este hecho no puede ignorarse, añade complejidad al proceso de recuperación, aunque también tenga contrapartidas que puedan ser beneficiosas: como la del mayor conocimiento de la gama y el alcance de la violencia patriarcal, de cómo opera ésta en la sociedad patriarcal.

Todas las personas son seres humanos, esta idea es tan tardía como del siglo 20. Es preciso asimilarla y no se puede asimilar sin un análisis (una crítica) de las sociedades patriarcales, de cómo éstas condicionan la percepción, la imaginación y  la palabra, la mente humana, y con ello, todas las relaciones.

Tenemos que seguir luchando por aprender a hablar, que es aprender a percibir y pensar.

Y al tiempo, es posible además de necesario

Es valioso que haya personas dedicadas al conocimiento de los problemas de muy diversa índole que padecemos como especie y como sociedades (patriarcales) pero las soluciones posibles también depende de que existan personas dedicadas a escapar a los modos de pensar prevalentes, pues están condicionados por la mentalidad de guerra prevalente en la especie. Es preciso que haya personas que sospechen de la mentalidad de guerra, y que intenten pensar escapando a este condicionamiento. En un mundo con el nivel de interdependencia actual de las personas y de las poblaciones, el transformarlo todo para la construcción de sociedades justas y noviolentas, es decir, con espacio para el desarrollo del potencial de la mente humana, de un desarrollo no basado en la opresión, la explotación, la represión de nadie, las soluciones no van a generarse sólo del mundo que nos ha enseñado a operar haciendo un uso tan mezquino de la inteligencia; necesariamente tendremos que llegar más allá, que trascenderlas, que liberarnos de ellas.

Si pudiéramos comprender que la diversidad no es fuente de debilidad sino justamente de fortaleza…

Dejamos atrás los mitos como medio para el conocimiento y su transmisión, y los ubicamos en el mundo de las historias, de las manifestaciones de la creatividad humana. Las religiones ocuparon aquel lugar, ordenándonos cómo vivir, y tendrían que estar pasando ya a ocupar el mismo lugar que los mitos. Siempre han perseguido el conocimiento, el conocimiento en manos de “cualquiera” porque existen alternativas mejores para construir la vida social y personal. Son un gran ejemplo de la mentalidad de guerra: no saben ser sin perseguir, sacrificar, condenar a quienes no acatan su orden. Estamos aprendiendo muchas cosas desde las ciencias y con la asistencia de la herramienta tecnológica, y lo que más claro queda es que aprendemos porque somos animales con imaginación y seres sociales, capaces, lo vemos y lo sabemos, de construir cómo percibimos el mundo, el lenguaje para narrarlo, y los modos de relacionarnos. Vemos, sabemos ya que estos constructos no son verdades inmutables, sino eventos dado en el tiempo y en el espacio, de lo que se desprende que pueden cambiar también dramáticamente. Cómo si no desaparecieron civilizaciones enteras de la noche a la mañana. Es lo mismo que lo ocurre en la naturaleza: diversidad infinita, continuamente generándose, transformándose, y muriendo. Todo es un proceso, y ser proceso no significa sólo una evolución, sino que también incluye muerte y nacimiento y también inagotables grados de todas estas cosas. Si algo ha quedado claro es que nuestro potencial arroja una diversidad parangonable a la de la naturaleza, y si conseguimos comprender la libertad en el planeta no existiría un único sistema, basado en la mentalidad de guerra, además. Con la violencia no podemos conseguir un mundo que nos permita desarrollar nuestro potencial, todas las personas, porque nos condena a un mundo donde un grupo impone todo a un resto. Hay que pensar más allá, también.

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