Sea por miedo al violento, a quien es capaz de ejercer cualquier tipo de violencia cuando le convenga, a que nos haga daño o nos use para justificar hacer daño a otras personas (sea éste el Hombre o las mujeres patriarcales, cuyo único valor en la cultura no es parir, pues eso es su obligación y algo sin mérito ya que están diseñadas biológicamente para hacerlo, sino defender al Hombre con su vida),

Sea por miedo a la masa (a la mayoría cuyo comportamiento prevalece en una sociedad, sirviendo así de descriptor de dicha cultura), que a través de la tradición y los usos y costumbres protege a sus líderes y perpetúa su sistema de violencia (valores, ideas, actitudes, acciones, palabras), sin cuestionar nada (una violencia fundamental en este sistema) (y aquí recuerdo la idea que Mayo del 68 recogió en “tenemos las sociedades que generamos”),

Sea por el principio económico del mundo animal según el cual hay que evitar el enfrentamiento físico, la violencia física, y sólo ejercerla por supervivencia (comer o que no te maten o desplacen). (Aunque aquí el animal humano, sometido a sistemas de violencia en las sociedades que ha construido desde el neolítico, ha hecho algo excepcionalmente retorcido: transformar un talento en una fuente de violencia, enseñando e imponiendo a través del lenguaje humano, excepcionalmente complejo e infinito en su creatividad y usos, el sistema de violencia.),

el caso es que todos los días reproducimos el sistema de violencia, y no tenemos intención de dejar de hacerlo, como especie. Siempre hemos borrado todo rastro del hecho positivo de la inteligencia humana, borrando a quienes pudieron imaginar y realizar cosas que nos empeñamos en considerar utópicas, ridículos ideales, porque en el sistema de violencia en el que vivimos, todo lo que nos puede hacer animales buenos y bellos está muy claramente excluido del sistema de valores y valoración, y es perseguido si sale aflote por los medios más cobardes y perversos, puestos en práctica no sólo por las malas personas sino también por la mayoría que renuncia a pensar porque confía en que su rumbo, el de siempre, es el que debe de ser. Queremos creer como grupo que la violencia es inevitable, y que mentir, ningunear, engañar, nutrir la ceguera, no querer ver ni escuchar ni saber de las cosas que nos dan posibilidades de civilizarnos realmente, desvalorizar, difamar, manipular, ridiculizar, dominar, explotar, torturar, castigar, aislar, estigmatizar, despreciar, malinterpretar, abusar, ignorar la existencia del resto, así como apreciar, valorar, admirar, amar los hechos violentos del sistema que creemos definen nuestra identidad, son hechos necesarios y convenientes que se pueden aceptar con incluso satisfacción porque hemos consensuado que no los vamos a considerar violencia cuando los ejerzan los líderes violentos o la masa que encarna la tradición. Y algo más:

Además, cotidianamente, hemos decidido que será más violento el razonamiento crítico, es decir, que se “tengan que escuchar” razones sobre por qué algo del sistema es violento o injusto, razones que apuntan no sólo a la necesidad de transformarlo sino que además (¡cuánto más peligrosas!) plantean cómo podríamos hacerlo; consideramos más amenazador el diálogo construido desde la racionalidad empática, el consenso alcanzado tras el análisis de cuántas más variables y enfoques podamos concebir (nunca hay tiempo para justo eso y sí para escuchar horas de palabras huecas o violentas conceptualmente), y que se alce la voz en este sentido (que se hable fuerte es intolerable para la mayoría que defiende el sistema de violencia), que perpetuar el invisibilizado y rotundo sistema de violencia que reproducimos todos los días.

Alzar la voz puede no ser violencia, Callar puede ser violencia

No todas las voces alzadas son violencia, algunas responden justamente a la violencia y en general pierden, porque la violencia siempre se impone, y las voces alzadas que razonan y aspiran a construir mejores relaciones no se imponen nunca, aunque tengan que subir el volumen para que no se las acalle tan definitivamente, y aunque se vea claramente que lo que enfrenta sí es violencia, violencia masiva porque está validada y no permite, digamos, que crezca nada cerca de sí.

De la misma manera, no todos los silencios son noviolentos. No sólo hemos conseguido desarrollar la violencia a través de la palabra; sabemos cómo ejercer la violencia a través del silencio y los ejemplos están ahí todos los días. Si no estuviéramos con la inteligencia tan endurecida por tanto siglo de violencias y pudiéramos mirar el mundo habiéndonos humanizado, limpiado un poco de tanto adoctrinamiento brutal, lo veríamos y nos avergonzaría, y querríamos remediarlo, hacer algo por recuperar la dignidad humana, por rescatar nuestra maravillosa mente humana, tan maleable y llena de potencial para desarrollos asombrosos y buenos.

canyouspottheviolence

Aunque esta viñeta (de los años noventa del ¡siglo anterior!) la hice respecto a las guerras en el planeta y la lucha (noviolenta) feminista por ponerles fin, para exponer cómo no se tolera que una mujer alce la voz para exponer razonamientos, argumentos, y se acepta bien que se bombardee a miles de personas y una tierra, me vale para ilustrar este tema más amplio que desarrollo ahora. En vez del brazo de un alto mando militar señalando en un despacho dónde bombardear a la población podríamos tener a una mayoría callada en una reunión dejando que a una persona que razona alzando la voz porque sistemáticamente se ignora su razonamiento y ni se refuta, se la esté diciendo que no son modos y no se tolerará, divirtiéndose la atención del verdadero problema de violencia que se trataba, y encubriéndose por tanto esa otra violencia, la refutada a través del razonamiento de la persona que se veía forzada a alzar la voz, siquiera por desesperación al no ser escuchada, al constatar que no se desea entender lo que dice.

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