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Un enfoque para no ponernos lo mas difícil las poblaciones

A la vista de cómo empeora todo para las poblaciones donde votar da acceso a decisiones y se vota a la extrema derecha, unas reflexiones.

Votar no es transformar el sistema de golpe, pero sí es evitar el acceso al poder establecido de partidos cuya ideología perpetua volver a un mundo más injusto y violento si cabe. Votar lo «menos malo» no es lo único que hacemos en las luchas sociales que transforman las culturas basadas en siglos de violencias. Es una acción que nos viene de nuestros esfuerzos por superarlas, de un día ir a opinar, cada cuatro años, pero tiene la importancia de que le dan acceso a decisiones que nos afectan porque en lugar de que decida un líder religioso o rey absolutista, una élite con poder absoluto, deciden las instituciones políticas (aunque tan limitadas en su poder de transformar de raíz) y no podemos permitirnos el lujo de ignorar ese hecho porque sea insuficiente. No entendemos cuál ha sido nuestro poder como poblaciones para resistir tanta injusticia y violencia. Votar a la extrema derecha es permitir que grupos que desprecian tantas vidas puedan perseguir a esas personas, perpetuando el orden social que nuestras luchas sociales han logrado empezar a transformar a través incluso de leyes, hechos estructurales, que si bien se ignoran en ocasiones o grados, evitan y limitan el abuso absoluto de las dictaduras.

Por nuestra ausencia en la milenaria Historia del Hombre sancionada, no comprendemos lo que nuestras luchas sociales (noviolentas, además, como poblaciones desposeídas, lo que demuestra cosas valiosas también) han logrado a lo largo de siglos respecto a evolucionar para superar unas culturas tan destructivas, que niegan los derechos humanos y culturales logrados por luchas individuales y colectivas para responder al mundo patriarcal y sus sistemas de opresión sobre las poblaciones humanas. Por eso cambiar el sistema implica reaprender a ver, limpiar la mirada de tanto dogma patriarcal de violencia-prevalencia, para ver mejor la realidad, lo que hacemos a diario, incluir lo que logramos nuestras resistencias a tanta violencia e injusticia. Si no hubiéramos resistido, no habría habido ninguna transformación y estaríamos extintas ya, porque nada habría resistido tanta explotación y violencia.

No votar a la extrema derecha es importante para nuestra evolución cultural y supervivencia.

La historia de las culturas patriarcales que yo llamo de violencia-prevalencia porque se basan en la construcción identitaria del modelo de la Historia sancionada que es la única que se reconoce como humana, está atravesada de construcción identitaria a costa de uno de los dos grupos humanos a que se reduce la condición humana: ser Hombre implica dominar y demostrar la inferioridad de la Mujer (la Mujer, como grupo dominado, debe validarle, y eso se hace masivamente a través del uso del lenguaje androcéntrico). Ser cis y heterosexual implica concebir como enfermas a personas con otros cuerpos y sexualidades (incluidas las no-binarias), a pesar de nuestra larga humanstory natural identitaria. Ser persona «blanca» implica explicar la superioridad por color de piel, construida además con ese arma que son las naciones-estado, tan supuestamente homogéneas en identidad nacional o de pueblo humano, construidas sobre aplastar otras culturas humanas. Y así con todos los sistemas de opresión que construyen el mundo prevalente en el planeta, un mundo marcado por la sacralización del odio y la guerra como arma para la “resolución” de los problemas. Ni podemos nombrar este supremacismo cultural construido continuamente para imponerse al precio que sea, incluida la extinción. Ni se puede hablar de esto.

Tengo muy observado en las aulas y la sociedad que nos cuesta mucho aprender cosas “naturales” humanas por influencia de la cultura prevalente, por esos “valores” de «odio y guerra» en todo a todas horas, que construyen modos de hacer las cosas desde la hostilidad al otro grupo, no desde la racionalidad empática, mucho más eficaz para resolver problemas sin complicarlos, sin agravarlos. Desde esa ideología cultural prevalente que niega y distorsiona, que detesta talentos humanos tan fundamentales para la supervivencia y la convivencia como la imaginación y la empatía. Todo lo relacionado con la colaboración desde el respeto a la natural diversidad es visto como ridículo e intolerable si llega el caso.

Pero si pensamos desde la no alienación de la condición humana, desde la empatía y no desde la tradición cultural sancionada, está claro que es perverso que se diga que las personas jóvenes y adultas no representadas ni tenidas en cuenta en las narrativas empleadas en el sistema educativo padecen “fracaso escolar”. De lo que yo tengo visto, las personas que supuestamente se encuentran representadas en esas narrativas también lo padecen. Porque nuestro problema es una cultura irracional y violenta que se nutre de la destrucción, que nos hace creer que eso es natural, que desprecia todo lo que nos permitiría desarrollarnos y convivir, nos convence de que lo natural al Hombre blanco que es imagen del Creador, es percibir “al Otro” como amenaza, no lo que a diario podríamos percibir porque ocurre: que lo natural, como especie, es nuestra curiosidad, nuestra creatividad, que aplicamos a conocer el mundo y a resolver los problemas, nuestra capacidad para resolver problemas colaborando. Eso que debería ser el camino abierto en los lugares del sistema educativo, y no la destructiva Cultura Examen que tan eficazmente representa la cultura prevalente.

La inteligencia humana sabe muchas cosas, y si aprende lento, con dificultad, es que sabe algo importante que no se está reconociendo, no está en el funcionamiento de nuestra construcción social, y por tanto, se nos niega en nuestra propia persona. Yo he visto en el aula cómo cualquier persona, con traumas de ninguneo o vapuleo o teóricamente no, es capaz de aprender todo tipo de cosas y crecer sin traicionar su identidad cuando el entorno no es hostil, ofrece apoyo, amor, respeto, asistencia. Y lo he visto en mi propia vida como persona de una sociedad y cultura, a pesar de sus injusticias y violencias. De hecho, me asombra que con todas las violencias padecidas, esta cultura que deberíamos comprender se supera con nuestra evolución humanizante, no ha logrado cambiar la naturaleza humana, destruir lo bueno de lo que es capaz. Estudiar críticamente la Cultura Examen, cómo destruye la capacidad de aprendizaje significativo de todo el mundo, podría ayudar mucho a que percibiéramos mejor quiénes somos y qué potencial tenemos para superar las violencias, cómo se hace. Todo está a nuestro alrededor, en este caos de confusión y violencia.

Así que a mí, cuando escucho lo de que el pueblo gitano, las personas inmigrantes, las personas creativas y empáticas, las personas con cuerpos o sexualidad no-normativas va mal en estudios, no se esfuerza, no aprende, no me convence. Lo que ocurre es que no somos conscientes, nos cuesta comprender que venimos de la atroz narrativa de nuestro pasado, esa que excluye a la inmensa mayor parte de la humanidad, de nuestras identidades y esfuerzos, de nuestros talentos. Y todo seguirá igual si cada vez que avanzamos en comprender cómo se puede convivir en diversidad sin machacar, volvemos a justificar el orden de que sólo cabe la guerra y sus nombres del ninguneo y el odio.