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INTELIGENCIA. El otro día se me ocurrió hacer un test de esos que te saltan a la pantalla con la pregunta de si tendrás alzeimer, y que resultó ser un test de inteligencia. Me sorprendió mucho lo que ponía (que, por cierto, pagué un euro, algo que autoricé, pero si no llego a leer la letra pequeña, habría habido un segundo cobro de 40 euros, como una suscripción mensual; que anulé con mucho sobresalto). Me soprendió no por lo que pudiera decir de mi persona, sino por lo que podría decir de la sociedad. Porque de pronto pensé que sí podría estar diciéndose ahí algo de la sociedad y de mi lugar en ella, según ésta.

Del IQ mío yo sólo sabía que en el instituto, de adolescente, del test que un equipo ajeno al profesorado nos hizo, salió que yo debía dedicarme a la artesanía, lo que en el contexto de lo que salió a mis compañeros se leía como que yo no debía ser muy inteligente. Aquello no me sorprendió y me hizo ilusión que se me asociara a la artesanía, claro, a lo artístico, que es algo que como persona muy creativa me interesa y me da mucho, esa paz, digamos, de la inmersión en el silencio propio. Si bien en el instituto encontré por primera vez profes que eran de respetarte y apoyar tu aprendizaje, en la guardería y la primaria me había llamado tonta y sucia varias veces, poniéndome como ejemplo de lo que no se debe ser ante el jolgorio de la clase.

Como mujer joven luego, por el tema de hacer una carrera, no sé cómo “supe” que tenía un IQ adecuado para hacerla, “un poco por encima de la media”. Supongo que sería otro experimento que te hacen sin preguntarte profesionales del IQ. A mí aquello no me dijo nada. Lo digo de forma descriptiva. Me había ido de casa, tenía que trabajar, estudiar, ocuparme de les animales, la casa, mi cuerpo. A esas alturas, si bien yo no me tenía mucho aprecio, no me era problemático, no era un tema. Estaba muy ocupada mirando y aprendiendo en el mundo. No comprendía muchas cosas, algo que finalmente pienso que me ocurre por una cuestión de valores, de a qué le das valor y a qué le da valor la sociedad (la mayoría). Algo que no es problemático salvo que quieras establecer que lo tuyo es la Realidad, y veas necesario forzar a quien no lo viva igual. Todo parecía una guerra de quién tiene razón. Sigo sin entender por qué esa onda tiene tanto seguimiento. Con ojos de hoy, pienso que esta enajenación mía de la preocupación de quién soy fue muy positiva, me permitió vivir muchas cosas, atender a muchas personas y comunidades diferentes, evolucionar respecto a mí misma y respecto a mi yo cultural, de cultura humana, de pertenencia a una sociedad. Sencillamente, era, cupiera o no, navegaba el mundo (la vida) como si viajara al extranjero, y participaba con todo mi ser en lo que me gustaba y parecía bueno, procesando muy vitalmente el dolor y la confusión de no comprender a la gente, por qué era tan difícil convivir sin más problema, por qué era tan importante forzar, en lo que fuera, pero forzar a quienes tuvieras cerca.

Haciendo algunos trabajos en grupo en la universidad, que era un lugar profesional de la calificación de la inteligencia, digamos, sí intuí que quizá mi inteligencia no era tan limitada o inadecuada. Por ejemplo, la gente del grupo de Historia del Inglés me dejaba hacer a mí sola las deducciones de la evolución de las palabras, y nos ponían sobresaliente. Me hace reír aun hoy. Yo les decía: sólo hay que mirar imaginando, mira, lo ves? Pero no querían atender. A nadie le interesaba esa actividad. “Estás loca.” En fin, la frase que lo zanja todo y que por suerte a mí no me zanjó, porque era como si me hubiera caído de bebé en la marmita de tener un identidad a pesar de no verme en los espejos. Quizá ahí si recogí la información de que un talento mío era una especie de libertad mental, de aprender, de crear, de comprender lo que no está en el programa (y bueno, no comprender el programa). Libertad que, pienso, siempre ha estado muy fuertemente vinculada a… a ver cómo lo digo… ¡hacer el bien! Abrir hueco para poder respirar, para una vida sin violencias o injusticias. En fin, podría usar otras palabras con más sexy: construir cultura evolucionada, transformar, revolucionar… Pero no era importante, sólo era, como la naturaleza, digamos, no como la cultura prevalente.

Luego, a los cuarenta y tantos, creo, ocurrió algo pasmoso: saqué el carné de conducir con cero errores y la oposición a profesora de idiomas en la pública con el número 1 de ingreso libre. A día de hoy me río de asombro. Porque lo que más he escuchado en mi vida es que soy tonta o estoy loca. Lo que más he tenido que soportar, un intento por todos lados de normalizarme, como si ser yo, con lo poca cosa que soy, fuera algo insoportable para la sociedad, algo que no puede permitirse, aunque pensaran que tenía “buen corazón”, como Puck, “cabecita loca pero gran corazón”. A mí es que los jurados no me conmueven, no me llegan. Prefiero a la gente que te deja en paz, que para ser, no necesita la validación de la sociedad y sus brutalidades de santidad.

El caso es que en el test ese del alzeimer, o lo que fuera, decía que yo tenía una inteligencia bastante grande en global y luego dividía por áreas y todo salía como de sobre y de matrícula (notas bastante ajenas a mi vida estudiantil) y lo que más me gustó fue leer eso en “inteligencia analítica”. Me hace reír de alegría.

Yo fui correctora freelance en una editorial cuando era muy muy pobre, y sorprendí a mucha gente que me quería y conocía porque no comprendían cómo podía ser tan buena correctora. De hecho, la editorial, que entonces era bastante preciosista con las obras (ya la compró una industria editorial) me consideraba una de las cuatro mejores correctoras (no que eso influyera en los cheques por obra, y mira que corregí obras tan complejas como el Rey Mono). ¿Cómo, si ves tantas cosas que no están puedes ver algo que está? Es como si esa fuera la sorpresa. Pero es así, yo puedo ver lo que no está y puede imaginarse y pensarse, y puedo ver lo que está, de hecho, van de la mano, no se puede separar, en mi experiencia o vivencia de ello.

Por decirlo de alguna manera. Todo es complejo de decir porque no son temas que estén tratados al menos así en la sociedad. Pero bueno, hay que explorar, probar a decir cosas. A ver si suena la flauta. 😀

Como conclusión (me río), dos cosas.

Algo que me dijo una cíberamiga en red social, cuando pregunté, con voz doliente de la sociedad:

–Tengo mucho carácter, ¿qué puedo hacer?

–No lo pierdas – me dijo esta mujer que se me perdió con el perfil y a la que siempre le agradeceré la respuesta.

Y algo que ha dicho mucha gente bonita a lo largo del tiempo y yo he verificado como cierto para mi vida interior, de ocupaciones y de relaciones: Be true to yourself. Sé fiel a quién eres.

Adaptarse, convivir, analizar, conversar, compartir, participar en la comunidad nada tienen que ver con la dominación y el sometimiento. Son hechos sencillos y preciosos que nos dan mucho, al adentro y en las relaciones.

Y no voy a releer esto porque seguro que me lío, no termino, y lo descarto! Allí voy a compartirlo, por si le sirve a alguien! 😀 <3

REFLEXIÓN. En mi vida, cuando he hecho algo motivado por cualidades humanas, de la especie, por ejemplo el natural e intuitivo amor o respeto a la gente y/o la comunidad, o la necesidad de cosas tan necesarias para evolucionar individual y culturalmente y en las relaciones, como la honestidad, no ha ocurrido lo lógico o consonante con lo que yo había hecho, porque la sociedad en la que vivo nos adoctrina como cultura de violencia-prevalencia que es, y sí ha ocurrido a menudo que me he visto con los ojos de esos valores destructivos generalizados en la sociedad (aunque no me ha durado lo suficiente como para «adaptarme» a perpetuarlos), que han querido explicarme cómo funcionan las cosas, o darme una lección, para socializarme correctamente, o incluso que malos sentimientos se han apoderado de quienes no tendrían por qué haberse sentido mal, o querido hacerme daño por esos hechos. En esta cultura de violencia-prevalencia, las cualidades humanas, practicarlas, te ubican en el territorio de ser sospechosa e indeseable, aunque o precisamente porque eres prueba andante de que tenemos otras opciones de ser y estar, que son mucho más agradables y alentadoras para vivir y convivir.

Por eso tengo muy informado cómo todo tipo de personas, casi siempre inconscientemente, ayudamos a educar a otras personas y nos educamos para perpetuar la brutal ideología patriarcal, tan irracional y violenta. Una cosa llamativa en su no ser pensada, es esto que dicen del grupo masivo denostado, «las mujeres», que las niñas desarrollan la destreza con el lenguaje antes que los niños. Esta mierda de idea, sustentada hoy con datos empíricos, excluye mucho que es relevante para explicarse de una forma más realista. Nuestros genitales o supuestos genitales no determinan nuestra capacidad de lenguaje. Pero está claro que la lingüística importa un pimiento y nadie va a atender o a querer saber sobre cómo a través del lenguaje somos y podemos evolucionar. Lo que pasa desde pequeñas en este mundo tan misógino entre otros muchos males es que al escuchar el lenguaje sabemos que «los niños», el Hombre, sí son nombrados, y por tanto respetados más que «las niñas» o «las mujeres». Es algo muy importante que se aprende muy rápido y muy bien, y nos lleva a ir como pidiendo permiso para ser y estar en el lenguaje y en todo lo demás, como es lógico, porque el lenguaje NOS HACE cosas. El lenguaje que usa la mayoría y también, por suerte, el que construimos al buscar nuestras voces.

Ojalá antes de morirme pueda escribir al respecto. Ciertamente, tendría que superar muchos obstáculos, pero no lo descarto.