La casa está tan callada que se oyen muy claras las palabras en mi mente.

Son muchas, tienen las palpitaciones

de lo vivido, el halo indómito

de la imaginación, tigre de la noche,

y un orden y una lógica

de camino que hubiéramos abierto,

siglo tras siglo, siglo tras siglo,

bandadas de vuelos rasos.

¿Estoy sola o es cierto que el tiempo es relativo?

Mi casa acoge silenciosa la consistencia centenaria de una nanogalaxia.

(Aunque yo –hay días en que esta certeza me aplasta– sigo sin saber bien cómo regar las plantas.)

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