Mi lucha primera y última ha sido conmigo misma.
Por eso tengo los huesos dolidos, los músculos
dados de sí, torcidos y astillados, gastados,
además de profundas moraduras.
Por eso, como hice ya de niña, he empezado a nadar.
Sobre las luchas, no he tenido opción:
no podía renunciar a ser ni a llegar a ser
–si no agua en el desierto o palito en la hoguera,
al menos no indiferencia y daño. Y he sido
todo un combate, no por mi afán, sino
por la crueldad del mundo humano y un poco
por la dureza de comprender.
Tengo un carácter temible, cierto: mi fiera no obedece
el mandato de irracionalidad y violencia,
ni siquiera por amor.
No suelo conseguir contemplarlo
sin saltar sobre él como una salvaje
empeñándome en no bailar su danza
de queja, guerra y muerte.
Esforzada siempre, a veces fracaso, a veces no.
Por otro lado, también es cierto que mi amor es claro,
que tengo momentos de lucidez, cúspides
donde sólo llegas si abres tu mirada y controlas tu miedo,
que la vida que contengo, un caudal robusto,
se nutre de ideales y genera cosas buenas, no sólo para mí.
Contengo, además, una protesta subterránea:
debería mi persona ser valiosa para la especie,
no un objeto de uso y para el abuso,
o una amenaza a exterminar.
Lo saben y no lo saben quienes me temen y desprecian.
Quedan expuestos, como después de un huracán.
Expuestas la cruel dependencia irreflexiva,
las pequeñas mezquindades,
el veneno destilado de la apisonadora de la obediencia ciega…
Expuesta la pequeña jaula cruenta
del miedo atroz a toparse con la vida,
esa insistencia por vivir en un Cuento siniestro.
No hay nada tan cruel como una persona normal.
Tengo cincuenta años y sé
que no debo golpear o golpearme,
que debo insistir en negar que la dictadura victimista
pueda contener alguna razón, y también sé
que persigo nunca cometer una injusticia
–aun siendo yo un llegar-a-ser combatiéndose la cultura
y un ser-cultura combatiéndose, es decir,
no sólo lo que deseo e imagino ser.
Nada de esto es fácil.
*
Con todo, quisiera disculparme por la eventual desesperación
o falta de paciencia, por el daño y el dolor
que pudiera haber causado.
Revisado 2018 (Miriam, restablezco lo que cambié de lo que citabas! Tenías razón)
Quiero felicitarte por tu hacer diario querida Michelle, por la energía, por la fuerza y por el ejemplo. A quién pudiste lastimar persiguiendo la justicia? Cuánto daño pudiste haber provocado?
De toda tu prosa poética elijo sin dudas este trozo:
“…Quedan expuestos, como después de un huracán.
Expuestas la cruel dependencia irreflexiva,
las pequeñas mezquindades,
el veneno destilado de la apisonadora de la obediencia ciega…
Expuesta la pequeña jaula cruenta
del miedo atroz a toparse con la vida,
esa insistencia por vivir en un Cuento siniestro.
No hay nada tan cruel como una persona normal…”
Un enorme abrazo, Miriam/Emma
Hola, Emma!!! Miriam/Emma!
Muchísimas gracias por leer y tu mensaje!
Lo aprecio mucho.
Aparte contarte que lo he modificado hoy un poco.
Sobre la pregunta que haces, cómo se puede ser injusta al luchar por la justicia, se me ocurren dos cosas: una es que como contenemos la cultura, la educación, sí, podemos reproducirla, aunque hayamos identificado una lucha buena y nos hayamos comprometido con ella. Por otro lado, está el carácter, yo tengo un genio de mil diablos! Y a veces no soy todo lo noviolenta que desearía ser! 😀
Abrazos sororos!
Aargghhhh! Nuevos cambios, espero que ya los últimos!