On TV, a reader to a writer: Your job is to tell the truth. My job is to learn from it. (Judging Amy)
En la tele, una lectora a una escritora: Tú lo que tienes que hacer es contar cosas verdaderas, y yo aprender de ellas. (Judging Amy)

Escena: Londres, 1990

Estaba leyendo mi poema. No tardó mucho. Alzó la mirada, los ojos abiertos de miedo y horror.

–Quién me abandonó. Yo no soy ésa.

Al escribirlo, yo había querido acunarla. Decirle que sabía por lo que había pasado, que podía contar con mi cariño, y sin embargo, me miraba como si fuera una extraña.

No había entendido nada.

Salió del pequeño apartamento a la lluvia. (Tiempo después yo escribiría el poema “De la sangre”.)

No pude levantarme. Las piernas no me sostendrían.

Desde la ventana, los árboles, pelados, grises, gélidos, parecían piedras esbeltas, que huían hacia arriba. Ninguna rama se tocaba.

No había palabras.

Dos meses después murió en Madrid.

No sé si soñé que yo acababa de volver o si así, de hecho, ocurrió.

Si escuchas atentamente a Chet Baker, aprendes sobre todo lo que se pierde, pero hay dulzura y paz, porque hay belleza y vida en la música.

Es lo que contiene el arte, y la nana que es el arte.

Fue como llegar al fin del mundo. No puedo interpretar más. Estoy saturada. Saturada de violencia.

Utilizo finalmente mi mirada de pintora, que es científica y al tiempo contiene emoción. Pero no la aplico a las personas. Prefiero las ideas, los ideales.

No estoy perdida; he salido corriendo.

Un árbol en la ciudad está aislado y no huele apenas.

Sienta un árbol a tu mesa, al menos no pasarás frío.

Un árbol en el bosque puede haber perdido las hojas pero sabes que está arraigado, que vive donde vive, que está vivo.

Si tender una mano a un ser humano significa que golpeas o que te debes dejar golpear, quién quiere tenderle una mano a un ser humano.

Si no hay palabras, no hay compañía, no hay amor.

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