VIENTRES SUBROGADOS Y CUERPOS ALQUILADOS. Si gestar para alguien y servirle a alguien para tener orgasmos fuera un trabajo normal, no veríamos que son las mujeres pobres quienes lo ejercen masivamente en el mundo. Está claro que pueden existir mujeres que lo vean como un trabajo, pero eso sólo es creíble si esas mujeres de hecho tienen otras opciones. Y la realidad de los vientres y cuerpos alquilados no es ésa.
Me pregunto si las trabajadoras del sexo que luchan por la desestigmatización de su oficio, tienen esto muy en cuenta, si se solidarizan con todas las mujeres forzadas a esa actividad por su pobreza o porque las fuerzan a ella. Pues ellas, las trabajadoras del sexo, seguro que saben bien que si el oficio no te gusta, tiene que ser una pesadilla, una tortura. Que no es un oficio tan normal, sino muy especial, requiere mucho asunto especial, pues trabajas con tu cuerpo y tu placer, dolor, hecho sensorial.
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Le respondí que gracias, claro, por su labor, pues es valiosa. Pena que cueste tanto ver el valor en lo que hacen personas que no están en esos mundos reconocidos.
Limpiar la mirada no es la mina, eso sí, pero llegar a escribirlo ha sido complejo porque no todas las violencias son físicas ni visibles y muchas están bien socializadas.
EL MALTRATADOR
Su violencia la mide su cobardía,
inmensa, su pesadilla de infancia, sus sospechas
de ser muy pequeño, insignificante.
Destruye para dominar y ser
y se derrumba y llora y esconde
no por contemplar el sufrimiento de Ella
a sus manos sino por miedo
a lo que pueda pasarle a él.
Midas de la distorsión afortunado
encubierto por el mundo:
si ella gime o grita está nerviosa, que es decir
«desequilibrada», porque, lo sabemos, las mujeres son
semilla del mal, siempre desatando guerras.
Y en las noticias, un vecino o una vecina
declararán que él era un buen tipo, un hombre normal,
confirmando su defensa del orden prevalente
sacrificando la sensibilidad e inteligencia de la especie,
siguiendo el mandato de siglos: que no se podrá
haberla nunca escuchado a Ella,
conocerla, mirarla, siquiera verla.
(Octubre 2015, para el libro El Hombre, la civilización monstruosa)