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He leído dos de June Jordan y me gusta mucho. Su autobio infancia, Soldier, y su pequeña novela primera, His Own Where. Por eso escribí Corners Good for Nothing.

  • Sigo con la agonía de la biografía sobre la vida y muerte de Mary Wollstonecraft, por Claire Tomalin. Es realmente una agonía. Pero tengo que intentar acabarlo, si voy a animarme en algún momento a escribir algo para ayudar a difundir su obra. Pero los cotilleos en clase brillante y aguda historia me duelen en el estómago.
  • Tengo justo por la mitad el de Enrique Bernárdez de Qué son las lenguas, y ya me ha llegado el siguiente suyo, El lenguaje como cultura.
  • A medias también uno que me gusta muuuuucho: una selección de cuentos (¿de hadas?) de Angela Carter. Son cuentos donde las niñas y las mujeres no son esos seres pasivos e idiotas en que las convirtieron los soldados patriarcales Perault y los hermanos Grimm.
  • Por abrir, pero teniéndole ganas, Don’t Bet On the Prince. Contemporary Feminist Fairy Tales in North America and England, compendiados y con intro de Jack Zipes.
  • El libro de cuadros de Caravaggio (no es de leer, pero es un libro!)
  • Releer Ten Little Indians, de Sherman Alexie.
  • Terminar Every Day Is a Good Day. Reflections by Contemporary Indigenous Women, ed. Wilma Mankiller
  • Terminar I Am an Emotional Creature. On the Secret Life of Girls around the World, de Eve Ensler (versión sobre niñas equiparable a los Monólogos de la vagina que escribió para las mujeres).
  • Empezar The Curious Feminist, de Cynthia Enloe, quien acuñó (pienso) la expresión “curiosidad feminista”, eso que le falta a tanta gente maja e incluso inteligente. (Bueno, se le habrá ocurrido a más gente, claro, pero a mí me vino de ella. soy de la opinión de que es imposible que haya habido un único Leonardo, o Camille… Creí que más gente así lo entendería, pero resulta que no: la gente cree que una persona pudo ser la “primera” en hacer algo.)
  • Terminar los cuentos de Michel Faber Some Rain Must Fall. (Sigo enamorada de su Sugar, en The Crimson Petal & the White. O sea, por ahora no me gustan los relatos más que este tocho increíble de novela, que sólo verla creí saber que jamás podría leérmela. 900 páginas! Busqué al autor, para preguntarle si había algo en esta novela que pudiera haberse inspirado en Mary Wollstonecraft, pero nada.)
  • Terminar The Man-Made World, de Charlotte Perkins Gilman.
  • Terminar sus relatos. (Traducir alguno y pensar su webita.)
  • Seguir con notas en A Vindication of Women’s Rights, de Mary Wollstonecraft. (Pensar su webita.)
  • Releer A Room of One’s Own de Virginia Woolf y los relatos de You Can’t Keep a Good Woman Down, de Alice Walker.
  • Releer o terminar de leer entero Learning as Transformation, de Mezirow et al. o si acaso Transformative Dimensions of Adult Learning de Mezirow.
  • Descartar por el momento La elegancia del erizo, de Muriel Barbery (belga).
  • Ver si termino el final de Walking to Greenham, de Ann Pettitt, que me atasqué y no he conseguido volver a arrancar.
  • Decidir si leo entero Mother Tongues. Travels through Tribal Europe, de Helena Drysdale.
  • Terminar When Languages Die, de David Harrison.
  • Leer algún artículo más de Sociolinguistics, ed. Bratt Paulston & R. Tucker.

Vaya. No me extraña que no sirva para estudios! 😀

 

Estoy leyendo la autobiografía de Charlotte Perkins Gilman, la biografía de Claire Tomalin sobre Mary Wollstonecraft (hoy 1 de septiembre, leo pasmada el capítulo 3, documentado, sí, pero mediado por la ideología patriarcal) y el estudio de David Harrison sobre qué perdemos cuando perdemos una lengua en el planeta, titulado When Languages Die. The Extinction of the World’s Languages and the Eorsion of Human Knowledge, libro que debería traducirse, pienso, y del que iré traduciendo cachos para Mujer Palabra.

Visualizar la impresionante lucha de las dos mujeres por poder vivir como seres humanos y no como mujeres objeto patriarcales (el poder de crimen de humillación que tiene eso, además, y cómo se siente al leerlas e imaginarlas), que es lo que ha hecho la sociedad y sus poderosos con la especie, es algo que llena de tristeza y rabia, o sea, que puede conducir a la depresión, algo parecido a lo deben sentir las personas que hablan una lengua abocada a la extinción, porque usarla les excluye de la sociedad.

Pues bien: esta combinación de información e ideas, al entrar en mi imaginación, me llevaron el otro día a hacer un ejercicio difícil pero muy interesante, sobre el que pienso ahora a ratos, para ver si puedo escribirlo para compartirlo.

Se trata de sustituir la idea “extinción de lenguas” por “uso de lenguaje sexista”. Esas ideas, al menos, si no esas palabras concretas. Esto me lleva, claro, a la idea de que desde la inteligencia feminista se tiene que producir un análisis (buscaré si hay, que los habrá, espero!) que describa los daños para la especie de que se haya excluido del lenguaje en calidad de seres humanos a lo que el Sistema considera “las mujeres”.

No es la primera vez que leyendo me surge un ejercicio similar. Me pasó mucho leyendo a las feministas no blancas, pues casi sentía que había cosas más próximas a mis análisis que lo que leía en algunos análisis de feministas blancas. (Y de nuevo, “blanca” y “no blanca” es nomenclatura del sistema que nos gobierna, no mía.)