Exploración de maneras de comunicar que luchan por la recuperación del significado de las palabras mientras se trata un tema que a su vez está conectado… Borrador de hoy del borrador de ensayo que intento escribir sobre violencia y noviolencia desde la inteligencia feminista.  Con un gracias inmenso a personas como José María, Eni, Marisa, Helena, Pepa, Lula, Roberto…

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Es necesario pensar en la violencia de la especie humana desde la inteligencia feminista, y esto implica también pensar en nuestra capacidad para actuar (palabra, concepciones, actitudes, acción) de formas que llamaré ‘noviolentas’ (término que usamos en el activismo de la noviolencia o pacifista). Parto de una idea que he ido construyendo sin querer sobre todo lo largo de mi vida, de persona idealista y activista social, es decir, de persona que intenta mejorar la vida propia y de otras personas de alguna manera, y es que el tipo de sistema social que la mayor parte de las sociedades humanas han desarrollado, el patriarcal, que también llamaré ‘Sistema’ o ‘patriarcado’ aquí, es un sistema de violencia, construido complejamente durante siglos, a base de mucho terror y fuerza bruta impuesta, y por tanto, a base de la renuncia y obstaculización a cualidades humanas asombrosas, como lo son la capacidad de observación y razonamiento, la empatía, la imaginación y creatividad, el pensamiento crítico… Que las personas de esta especie son de naturaleza violenta parece evidente, pero también lo es que el sistema social que nos educa fomenta la ejecución de un complejo entramado de violencias cotidianamente. La cuestión de si seríamos capaces de construir sistemas sociales donde la violencia fuera rechazada, controlada, reducida a su mínima expresión, parece realmente difícil pero no tanto porque no podamos actuar noviolentamente sino sobre todo porque nuestro marco mental para pensar-sentir (la mente humana es donde nacen los sentimientos también, de ahí que yo la llame nuestra cabeza-corazón) está atravesado en todas las direcciones por la creencia de que no hay nada que pueda más que la violencia (cuestión que quizá en el futuro podamos debatir a niveles más evolucionados). Desde la inteligencia feminista, por ejemplo, para mí está claro que si me encierran y esclavizan tengo menos posibilidades de ser y vivir que si puedo físicamente moverme a mi voluntad y pensar en mis cosas, tengo más oportunidad para construir mi identidad y vivir mi propia vida. Dado que las personas somos increíbles, que me encierren y esclavicen no me anulará necesariamente. Es triste haber perdido nuestra historia, pero estoy segura de que habría miles de ejemplos asombrosos. Pienso ahora en un texto de Alice Walker, “In Search of Our Mothers’ Gardens”, “En busca de los jardines de nuestras madres”, sobre la creatividad de mujeres que nunca pudieron dedicarse a ella, por ejemplo, amas de casa de sus familias negras y esclavas de familias blancas. La libertad (relativa) tampoco asegura que una persona se desarrolle idealmente, lo que viene demostrado por las dinámicas de vida en las sociedades de consumo. Algo que también apunta a la complejidad de la violencia aplicada. Y en este texto pretendo intentar hablar de esa complejidad. Pero esto no quita para entender que frente al hecho físico de una violencia para destruirte no queda mucho espacio para construir. Y pienso ahora en el hambre cuando el hambre llega al punto de afectar el funcionamiento de la mente humana, que no recibe el alimento físico que precisa. Y al tiempo, que dado que la violencia física no puede mantenerse continuadamente porque llevaría a la autodestrucción física, que existe mucha violencia orquestada, que no vemos, y/o que aceptamos como hecho biológico o “natural”, y que siempre justificamos, incluso cuando manifestamos que nos hace daño (por esto yo tengo problemas con la idea de ¿sadomasoquismo como práctica de liberación sexual? del Manifiesto Contrasexual: sería, si lo entiendo, ¿liberación o perpetuación del Sistema de violencia? Que se vincule el placer al dolor es una idea o realidad altamente sospechosa para mí, considerando el tema desde la inteligencia feminista, desde la consciencia de lo que ha significado para las mujeres ese hecho en las sociedades patriarcales, que vinculan la violencia al placer tomando como objeto de la violencia siempre al mismo grupo).

¿Seríamos capaces como especie de construir sociedades que no se basaran en el uso de la violencia a todos los niveles, como los patriarcados: conceptual, actitudinal, de palabra y en las acciones? Si bien es difícil imaginar siquiera un sí (y habla una persona que decidió rechazar el uso de la violencia física a los 16 años y se hizo pacifista consciente a los 24; también decir que no soy dogmática, y posiblemente gracias a mi inteligencia feminista, que yo, por “defender” el pacifismo no voy a distorsionar lo que intento contemplar que ocurre), podemos decir que la violencia la aprendemos en la sociedad, de todo el mundo, todos los días, es apabullante llegar a poder verlo, quizá por eso evitamos con tanto afán verlo. Y aprender, una cualidad humana asombrosa, es algo que no sólo hacemos continuamente, sino además que necesitamos hacer continuamente. La cuestión es que la mayoría quiere aprender el sistema de violencia porque es nuestra tradición, son los usos y costumbres que, se cree, irracionalmente, nos han traído hasta aquí, y las personas capaces de ver que podríamos ser de alguna manera mejores quieren aprender a evitar lo que creen nos hace fuentes de violencia. Sobre que la violencia se aprende, si tienes inteligencia feminista lo comprendes con facilidad: en el patriarcado, a las mujeres se las ha prohibido el uso de la violencia, es decir, no es que las mujeres no sean violentas. Las mujeres son personas, y como tales, tienen todos los rasgos de la especie. Pero en el papel que se les asigna en el patriarcado se les ha prohibido el uso de la violencia, física. Esto es importante: decimos ‘violencia’ pero nos referimos a ‘violencia física’. Y cómo sé que las mujeres son humanas y por tanto que tienen el potencial de ser violentas? Porque las mujeres en el patriarcado han desarrollado su potencial para la violencia por otras vías, principalmente, la verbal, pues el patriarcado las ha asignado la tarea de la educación formal de la especie, que es decir no sólo en las aulas sino también en el hogar. Educar sin libertad, teniendo que hacer lo que se espera que hagas, transmitir los valores que se espera que transmitas, para perpetuar el Sistema de organización social, es algo que en la historia del patriarcado se le ha asignado curiosamente a las personas esclavas, y aquí las mujeres han sido el grupo más amplio. Su esclavización, no obstante, es excepcionalmente compleja pues en numerosas ocasiones parece opción, libertad de Ellas a la hora de educar. Y lo parece porque en las sociedades patriarcales es muy importante que no sepamos cosas reales, que ocurren, como que educar es algo que hacemos todo el mundo continuamente. Lo sabemos bien las personas que trabajamos en el sistema educativo oficial cuando somos transformadoras: cómo la pequeña semilla que sembramos queda en nada en el contexto más amplio de la realidad fuera del aula; cómo el aula aparece como un lugar excepcional donde se puede ejercer más libertad para pensar y aprender, aprendiendo a ver y hacer cosas constructivas, que optan por el uso de la inteligencia dejando inoperante así el uso de la violencia, y cómo eso queda en nada cuando, por desgracia queda así en nuestras vidas, se rompe la magia de estar en clase. (Me río y entiendo que estaréis preguntándoos dónde están esas clases. Pido paciencia y apertura mental, porque muchas cosas buenas, transformadoras ocurren a diario por todos lados, protagonizadas por muchos tipos de personas, pero nuestra educación patriarcal nos ha cegado, cercenado la capacidad de ver, y por eso es importante luchar por recuperar la mirada, y por limpiar la mirada, si me permitís el uso de metáforas, algo que el academicismo te dice que no es adecuado para el ensayo. Existen aulas donde pasan cosas buenas aunque el marco sea la educación patriarcal institucional. Y sería absurdo pensar que existe un lugar donde no hay violencia y todo se hace sin ella. Espero poder aportar ideas que ayuden a explicar esto.)

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De la poesía y del activismo feminista por la palabra he aprendido lo importante que es luchar, efectivamente, por el lenguaje y con el lenguaje. Emplearé un ejemplo. Si deseas escribir un poema sobre el amor, sobre el sentimiento positivo del amor, difícilmente podrás transmitir conmoción, emoción usando la palabra “amor” porque automáticamente esta palabra es interpretada desde todo un bagaje cultural y una experiencia amorosa casi siempre distorsionante del amor por todo el mundo. Mirad la de vueltas que he tenido que dar en “La loba” para poder llegar a la palabra y para construir un poema de amor, que refleje el amor a una misma, en el contexto de ser mujer en un patriarcado casi diría la piedad, o por usar una palabra no religiosa, dado lo mucho que la religión ha distorsionado conceptos, la compasión, oh vaya, de nuevo una palabra fagocitada por el dogmatismo de las religiones, digamos, la solidaridad con una misma, o la sororidad con una misma, o, llegamos, el amor hacia una misma, esa lucha por respetarte, seas como seas, hayas hecho lo que hayas hecho, tenerte un poquito de por favor, como aprendí a decir de una serie de la tele.

Publicado aquí: http://www.mujerpalabra.net/creadoras/michelle/pages/poemas_cuadros/poemas/dls/laloba.htm

(Bueno, releyéndolo ahora, aparentemente el amor viene de que la loba está enamorada, pero queda el espacio, el eco, para comprenderse, pienso, una experiencia más amplia de amor. Por desgracia, hace falta inteligencia constructiva, feminista, para poder disfrutar de literatura escrita desde mentes en transformación para la superación del Sistema. Al escribir el poema creí que hablaba del haberme enamorado pero al tiempo siempre tuve la sensación –y por eso se llama “La loba”- de que había un intento de amarme, de reconciliarme conmigo misma, y ahora veo esa lucha mucho mejor, el tiempo te da perspectiva y profundidad a la mirada, porque he sido mujer en un patriarcado y por ello, pertenezco a un grupo entrenado para destruirse despreciándose, subestimándose, ejerciéndose todas las violencias posibles y colaborando con las violencias que el Hombre te ejerzan, que siempre “te las mereces”. Así de brutal es el sistema patriarcal, brutalidad no sólo hacia quienes reciben esas violencias sino también, aunque sea algo diferente, hacia quienes la ejercen, pues les degrada y condena a la versión más patética de persona posible, la violenta.)

Volviendo a las palabras y lo difícil que es comunicar porque están tan cargadas de significados culturales, aprendidos en el Sistema educativo patriarcal. Pongamos la idea de esfuerzo. (Y justificar o explicar por qué escribo ahora de esto es algo que dejaré para luego, a ver si se me ocurre… Pero confío en que lo estoy haciendo por algo diferente a: que tengáis que leer un poema mío, así, traidoramente, en un ensayo sobre violencia y noviolencia, como si fuera una megalómana incapaz de dejarme fuera para centrarme en el desarrollo de un tema.) Escribí un poema que me gustó mucho haber escrito, “Mujer al mar”, y con el tiempo empiezo a ver el valor que podría tener, que realmente tiene (algún) valor, que realmente es literatura (expresión artística personal que pueda valerle a más gente, es decir, que comunique algo, que nos permita sentirnos en conexión, paliar la soledad existencial, you name it, quiero decir, como sea que pueda ser). Y digo esto porque un rasgo de la mentalidad patriarcal, de su sistema de conceptos, de cómo miramos el mundo por ser de culturas patriarcales, es una obsesión irracional negadora de la realidad con el mito de que en el mundo humano sólo una persona hizo algo por primera vez, o sólo un grupo mínimo de personas es capaz de hacer algo, pongamos, escribir Literatura, “buena literatura”. Qué absurdo. (Pero es una idea fundamental para que la masa obedezca y siga al líder. Volveré a esto.) Como si fuera posible que la mente humana sólo generara alguna cualidad cada x millones de individuos. Es casi infantil, en su ignorancia del mundo. El poema, bien, al releerlo un día, un día que fui al mar de nuevo, me di cuenta de algo: el poema empezaba habiendo llegado a la cima de la montaña. Era increíble. Aparecía el descenso, y luego de la llegada, el estar ahí en la orilla del mar. No se aprovechaba la imagen de subir una montaña p

Publicado aquí: http://www.mujerpalabra.net/blog/?p=3036

El poema es extrañísimo si se piensa, y de hecho parece casi ambiguo, no sabes si es “bueno o malo” lo que sucede, hay un misterio, una tensión porque sientes que no es conocido lo que se cuenta, y tendiendo al pensamiento patriarcal, puede incluso rondarte la idea de que haya ido al mar a acabar con su vida. Una tormenta es malo porque es peligroso. Culturalmente, están las mujeres que van al mar a suicidarse, pongamos Virginia Woolf, Alfonsina Storni. Y ahora lo veo claro, es un poema que intenta hablar del esfuerzo que es vivir sin tener que recurrir al mundo conocido culturalmente del esfuerzo: el sufrimiento de subir, el sufrimiento seguir… Se intenta limpiar el esfuerzo, como decía Gertrude Stein que quería limpiar las palabras, “A rose is a rose is a rose” (o leer Tender Buttons), limpiarlas, limpiarlas, para que pudiéramos escuchar lo que dicen. Yo lo veo así. Así veo la poesía, intentando –y ahí está la dificultad máxima- decir con palabras que conocemos lo que desconocemos porque hemos forzado las palabras en una camisa de fuerza que de hecho ha distorsionado su significado. Recuperar el mundo que contiene una palabra y la capacidad de significación de las palabras combinadas. Que es como el esfuerzo humano: cuando colaboramos, lo que producimos es mucho más que la suma de lo que hemos aportado.

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