Cuando una mujer comparte conocimiento

no hay que escucharla, nos buscará la ruina.

Individual y colectivamente,

hay que ignorarla, y arrebatarle sus palabras

con toda la violencia necesaria, mucha, muchas,

que Ella no quiere nunca el bien: pretende el mal.

Unánimemente sobre todo es preciso

jamás nombrarla ni dirigirse a ella.

Sería como nombrar al ángel de las tinieblas, reconocer

como persona a quien ha desatado todos los males del mundo,

obligándonos a inventar la guerra.

 

Cuando una mujer razona, debemos actuar con firmeza:

tolerancia cero con las locas. Hay que forzarla a su lugar

protegiendo el Orden de los siglos, por los siglos de los siglos,

el Sistema feroz de la obtusa estupidez,

el Paraíso de la violencia y la ignorancia desatadas.

 

(febrero 2015, revisado en julio)

(Del libro en gestación El Hombre, la civilización monstruosa)

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