Tenemos las sociedades que generamos. Una gran idea ignorada. La violencia abyecta de quien impone el hambre, la dependencia y la guerra se refuerza y nutre de la mezquindad de las  personas que no piensan, ejercida como un destino implacable, un hecho inevitable, justificada así, todos los días de su vida; esa insistencia en perpetuar las relaciones de violencia, hablar el lenguaje maniqueísta de la guerra, despreciar la colaboración, la empatía, la convivencia, subestimar la importancia de la libertad, las formas del amor y la justicia. Despreciar el generar cosas con valor para reforzar la expresión de lo que hace daño, destruye, socava mientras se dicen que deben hacerlo, que sus víctimas u objetivos les obligan a hacerlo.

Ahora entiendo por qué de joven soñé que volaba de pie, a ras del suelo.

Y me asombra haber encontrado un amor que sobrevuela de puntillas el mundo.

 

La soledad es un lugar bellísimo.

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