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Pensamiento - Sobre lenguaje

Volver a Sobre lenguaje ADNV Lenguaje: sobre la resignificación de los insultos (corregido, gracias!)

Ir a webita de autora michelle renyé

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El lenguaje es una herramienta clave para someter y transformar, puede usarse para hacer daño de diferentes formas, conscientes o no, como insultar, aislar, dar la espalda, borrar… y para crear y respaldar realidades, darles voz, para generar culturas en evolución hacia sociedades humanas menos violentas e injustas. El grupo Mujeres en la sociedad patriarcal de violencia-prevalencia lo sabe bien porque no aparecemos en la historia, y eso es educación continuada en el lenguaje, que nos lleva a asumir nuestro ser como personas de segunda clase en nuestra vida cotidiana, lo ha sido durante siglos, que habláramos como si no existiéramos porque nuestro lugar en la sociedad era y aún es de subyugación, de servicio al Hombre, de construcción de la sociedad patriarcal, a costa de toda realidad identitaria humana.

Por esto es tan común que en las luchas noviolentas sociales, como en la lucha feminista, se aborden Acciones Directas Noviolentas (ADNV) con el Lenguaje, nuestra herramienta de autodefensa entre mil cosas para las que podemos usar el lenguaje como acción de transformación. En el feminismo (o los feminismos, porque hay muchos sistemas de opresión en las sociedades patriarcales prevalentes en el mundo) se ha luchado siempre por un lenguaje que nos nombre, ese mínimo respeto que se le debe a cada pueblo y persona. Y dado que los movimientos sociales son empáticos por naturaleza con toda lucha social, ha sido cotidiano en apoyarnos en la lucha por un lenguaje no destructivo mejorando nuestra forma de nombrar, que es decir, nuestra forma de pensar, de concebir el mundo, y también de vernos y relacionarnos. “América” no es por fin “Estados Unidos”, sino un continente. La identidad humana no queda bien catalagoda en el sistema sexo-género patriarcal, no ya sólo porque deje fuera mucha realidad identitaria como ilustra el movimiento LGTBIQA+, sino porque ni siquiera nombra bien las muchas formas de ser mujer u hombre, que no son complementarias como nos enseñamos, pues hombres y mujeres tienen todos los rasgos humanos, no sólo Él Razón y ellas sentimientos. El movimiento antiracista nos ha ayudado mucho también, tanto en el terreno del borrado como en el terreno de los insultos, a ver todo lo que tenemos que nombrar con más amor, con más realidad.

Recuerdo una manifestación del 8 de marzo en Zaragoza, a principios de los años noventa del siglo 20, donde gritábamos (no recuerdo el texto exacto, pero ésta era la idea): “Soy tortillera, soy puta, soy maruja, soy monja…”, que a mí entonces me sacudió hondo porque me permitió intuir el problema, y la solución, aunque no me lo pude poner aún en palabras para explicarlo, como hago hoy.

Ya de mujer más adulta, un día decidí volver a intentar leer un libro en inglés que mi madre había traído a casa de estrangis en la dictadura (un libro prohibido), los monólogos de Lenny Bruce. Antes, no había tenido suficiente vocabulario de slang, argot (el de los años cuarenta en Estados Unidos) como para entender nada. Lenny Bruce fue un cómico de Nueva York, muy “polémico”, la policía le entraba a detener en muchas de sus actuaciones. Y llegué leyendo al monólogo Blacks, que trataba, como veías al llegar al final del mismo,  del poder de hacer daño de las palabras, it was on the viciousness of words (¡se nota que soy profa de inglés!) y que empezaba con el cómico preguntando “Are there any niggers here tonight?”, ¿ha venido esta noche algún negrata?, y pasaba a usar todo tipo de insultos llamando con ellos a personas del público: “Hola, bola de grasa”, “Buenas noches, puta”, “Oh, veo allí a un irlandés de mierda, holaaa”. Las primeras representaciones, y a quien le pillaba de nuevas, llevaron a “disturbios”, pero según el monólogo se fue conociendo, ayudó a muchas personas a comprender el valor de la resignificación, que, repito, como buen cómico, había aprendido de su observación de lo que hacía la gente y el movimiento social para defenderse de los insultos. El género del humor se nutre mucho de la observación de la realidad, y por suerte no todas sus personas se fijan sólo en lo que hace la sociedad mayoritaria. Yo leí, escandalizada, el monólogo hasta que llegué al final, a pesar de saber quién era él. Porque “nigger” había sido una palabra usada cuando la esclavitud era legal, y cuando ésta se abolió, había sido usado por el KuKluxKlan y la sociedad mayoritaria de la época, quienes estaban respaldados por las leyes segregacionistas y de odio racista hacia la población negra (la ley permitía linchar a “criminales” y resultaba que esto se interpretaba como a la población negra) y por eso realizaron linchamientos y ahorcamientos, las multitudes blancas, y el grupo especialista en terror que era el KKK. (A esto y los aportes de lucha noviolenta de la población negra en EEUU en aquellos días dedico talleres en el libro que escribo, Sisters. Workshops with Poems.)

Cuando llegué al final del monólogo se me saltaron, literalmente, las lágrimas. Comprendí la profundidad de la resignificación intelectualmente, no ya como lo comprendí intuitivamente en aquella marcha de Zaragoza años atrás, y luego en el campamento de mujeres por la paz de Greenham Common y en general según avanzaba mi formación en el movimiento social del feminismo y como lectora de lingüística y sociolingüista, o apasionada curiosa por estudiar el lenguaje. The point being, lo que explicaba que Lenny hubiera llevado al público a la indignación y la furia con todo ese valor que da una desarrollada empatía, era su propuesta (no dogma de fe, ni imposición, sino su opción) de que si usáramos los insultos para llamarnos, perderían su poder de hacernos daño. (Os dejo abajo el link a la actividad que diseñé con él para la enseñanza pública, porque soy profe de la pública de inglés. El audio con la voz de Lenny no incluye ese final, hay que leer el monólogo.)

Las personas y los movimientos sociales y artísticos, los movimientos de transformación de este mundo violento e injusto prevalente, sediente de extinción, sabemos de forma natural usar el lenguaje para defendernos de agresiones conceptuales, verbales, de las actitudes, de los sistemas de opresión. Sabemos plasmar otro tipo de visiones, sentimientos y actitudes, que reflejan el potencial humano para crear y resolver cuestiones de mil formas diferentes.
El pueblo gitano en España, por ejemplo, no ha renunciado al nombre “gitana” o “gitano” por el uso prevalente antigitanista en la sociedad (paya o blanca). Y gracias a su activismo cada vez somos más personas quienes no sentimos ni vemos en la palabra “gitana” lo que “ordena” la sociedad prevalente. Usan también la palabra “romaní”, pueblo romaní, que es otra palabra para decir lo mismo porque así son las lenguas humanas, podemos decir lo mismo de formas diferentes, porque se comparte un grueso de significado pero se aportan matices diferenciadores. “Pueblo gitano” al inglés se traduce “Romani People” y no “gypsy” porque en inglés esta palabra no está resignificada, es hoy un slur, una forma de insultar. Así, el pueblo gitano en España es pueblo romaní pero se llama Pueblo gitano porque no renuncia a ese nombre, no permite que se lo apropie quien quiere hacerles daño con sus ideas antigitanistas que justifica a diario emocionalmente en lugar de pensar en la realidad que este pueblo enfrenta.

La resignificación es autodefensa que usan sobre todo grupos muy machacados en la sociedad prevalente, grupos que reciben mucho odio y todo tipo de violencias de esa “mayoría”, por eso es importante no juzgarla mal. Por eso es importante no decir cosas tan crueles a mi modo de ver como que el uso de “zorra” es una triviliazación. Se podrá estar de acuerdo o no, pero (aunque nos maleduca la RAE), nadie puede imponer el lenguaje “adecuado”, el lenguaje lo crean los usos, y éstos se desarrollan en diferentes comunidades o en una sola y llegan o no a ser usos generalizados en la sociedad, pero quién siente el “derecho” a juzgar si las palabras que usamos son triviales? No encontraréis ese tema en la lingüística, que es el estudio científico del lenguaje: que se juzgue como trivial o frívolo ningún uso de palabras. Esa opinión no está bien informada. Podrá darse en personas maravillosas, pero no debe usarse como arma, y menos en el movimiento social.

La realidad de las prostitutas como mujeres prostituidas en la sociedad patriarcal ha sido una historia de terror, y lo es para muchas. Y sus reivindicaciones y resignificaciones no son una frivolidad, y nuestro apoyo (reconocimiento, uso) a la resignificación de grupos machacados tampoco. Todo ese daño cruel con la resignificación se empieza a disolver, y cuando ésta llega al uso de la mayoría, como pasa siempre en el lenguaje, quiere decir que el significado para hacer daño ha quedado neutralizado. Hay miles de ejemplos en todas las lenguas y sociedades. Si no se os ocurre ninguno, pensadlo un poco, escuchad a quienes no escucháis y pensad.

Justamente cuando escribía Sisters… hace un mes o así, a raíz de estar trabajando el taller que le dedico a la Lisístrata de Gata Cattana (porque hay una sección de Our World into English, Nuestro mundo al inglés), encontré un trabajo sobre la palabra “bitches”: “I love being a bad bitch”: Reappropriatin and Indexicalities of Bitch by American Female Singers on Twitter”, de Ida-Liisa Kopnen, tesis del máster en English Studies, en la Universidad de Helsinkin (2021). Me enteré, pues no lo sabía, y lo malinterpretaba, que “bitch” (perra, puta), está sólidamente resignificada en la comunidad hablante de Black English (US American African English) en Estados Unidos como “mujer/chica con poderío”. Probablemente su normalización en el uso ha sido gracias a la música, el hip hop por ejemplo. Si pienso en las realidades racistas misóginas que han soportado y soportan las mujeres negras en Estados Unidos, las opresiones múltiples que las ubican entre los grupos humanos más machacados, cómo no voy a respetarlo.

Lo que yo visualizaba con “bitch” antes de trabajarme autocríticamente la cuestión era que eso es un insulto a las mujeres. Ser mujer blanca que no ha sufrido la prostitución a mí no me llevó a necesitar resignificar el término, y sólo podía verlo desde mi análisis feminista sobre la dominación de las mujeres en el patriarcado: el horror a la violación, prostitución y porno como herramientas fundamentales de tortura física para la dominación de las mujeres en este tipo de sociedad. Por suerte, soy muy de aprender y buscar soluciones, y llevo décadas escuchando a personas que padecen opresiones, buscando lugares de encuentro desde algo como la empatía humana, como especie, no para la homogeneización de ideas o luchas, sino para la superación del sistema patriarcal de violencia-prevalencia, de culturas humanas que resuelven con tanta injusticia y violencia lo que es la organización de la vida humana. De hecho, he identificado que uno de los obstáculos para llegar a ese impulso de apoyo mutuo es nuestra ideología patriarcal cultural, que reduce todo a dos bloques maniqueos, y al mandato de que uno prevalezca, borrando y destruyendo todas las realidades humanas que podrían generar otro tipo de culturas humanas, culturas humanas noviolentas, que no vieran que la solución de todo es machacar y destruir, imponerse.

Recuerdo en el franquismo acompañar a mi madre a la peluquería y cómo la peluquería era el único lugar que yo conocía donde hubiera un hombre homosexual (quizá hoy que al fin podemos nombrar con más realidad identitaria humana, se nombraría diferente), que podía expresarse con una forma de hablar, moverse, vestirse y peinarse de “maricón” y cómo eso era bueno. Mujeres que no eran como mi madre (una especie de revolucionaría) convivían con el “maricón” lo entendieran o no, reían con sus comentarios y no desde la actitud de reírse de él, sino desde la actitud de saber que no había ningún mal en ser así. ¿Alguien recuerda esto?

En clase, como profesora de inglés, siempre he recomendado que no se use el slang y los insultos, resignificados o no, porque no se tiene el conocimiento suficiente de lenguaje-sociedad-y-cultura como para hacerlo bien. No basta un nivel “avanzado” académico: en la escuela se estudia el lenguaje muy precariamente, de espaldas totalmente a las ciencias de estudio del lenguaje, por esta rémora del prescriptivismo académico. si no se está entre gente muy próxima. Siquiera, que no usen esas palabras si no están con gente con la que mantienen una relación personal cercana.

Ilustro para que veáis cómo es el universo del lenguaje. En el caso de palabras como “gitana” o “negra” no aplica, porque aunque para algunas personas “gitana” o “negra” les haga visualizar lo que no es una mujer gitana o negra, el pueblo gitano y las personas negras se llaman así en España. “De color” se usa con propiedad sólo cuando no sólo hablas de personas negras, y en el contexto de sociedad prevalente blanca, porque en sociedades donde la mayoría no es blanca no creo que usen esa palabra. Sé que hay un montón de palabras para decir “persona negra” en inglés, donde le he dedicado tiempo para saber. (Os dejo dos links abajo.) Claro que pueden decirse esas palabras con violencia, no como palabras que nombran existencia, pero si no les añades esa violencia, las puedes usar porque nombran una realidad nombrada así por quienes son personas gitanas y negras. Sin embargo, en palabras como “zorra” y “maricón” sí aplica. No es igual que se lo llamen a sí mismas las personas más directamente afectadas, o entre ellas, que que alguien que no sufre igual la estigmatización o el mal del uso generalizado se lo llame a quienes sí. Habrá que observar para ver si se puede o no hacer, sin hacer daño. La confianza, tener confianza entre esas personas en diferentes situaciones, como siempre en la vida, es clave para facilitar relaciones empáticas y no agresivas.

Bueno, ya me vale de escribir esto, han volado tres horas y tengo que seguir con los talleres de lucha noviolenta para poder retomar Sisters… que llevo un año o dos de retraso! Suerte que sólo esperan que acabe las maravillosas mujeres que hay en el libro y están vivas.

Lo que quería decir con todo esto es que la gente sabe muy poco del lenguaje humano, y no se llega siquiera a imaginar remotamente que quizá se tendría que aprender cosas, escuchar más, y juzgar menos, para evolucionar permitiendo lo que es interés común si queremos superamos el mundo ideológico patriarcal y sus sistemas de opresión y violencia: poder convivir con respeto mutuo. Por más que algo no se entienda (se juzgue un daño), cuando hablamos de cómo nos llamamos a nosotras mismas, tenemos que escuchar, conocer, pensar antes de juzgar y condenar desde la superioridad moral, que es una forma de prevalencia patriarcal que nos dice que lo que pensamos es la única realidad posible, es lo único bueno, justo, conveniente… que es decir, lo que tiene que hacer todo el mundo, no hay más.

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Webita publicada en mujerpalabra.net en febrero 2024