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Texto (1999) e ilustración (2009): Michelle Renyé

Caperucita

Caperucita por Michelle Reñé (2009)Investigar el cuento de Caperucita es una actividad apasionante, entre otras cosas, porque se ve cómo la versión de una historia puede tener poco en común con su fuente original, lo que plantea preguntas interesantes sobre las épocas y las intenciones. Las primeras historias de la niña que fue a llevar alimentos a su abuelita eran orales, y trataban, al parecer, del fin de la niñez y el inicio de la edad adulta. También incluían los temas del traspaso del conocimiento abuela-nieta y del valor que tiene el uso de la inteligencia para sobrevivir, en lugar del uso del enfrentamiento abierto y la fuerza. La muchacha observa la realidad interpretando con agudeza los datos y actuando con valor y acierto, mostrando que ya es capaz de valerse por sí misma. Ni rastro de la idea de la niña-víctima que retrataron Perrault y los hermanos Grimm.

Perrault, que escribió su cuento en 1695 para la Corte francesa, incluyó la llamativa caperuza roja, y cambió el sentido del cuento (como deja claro su moraleja): las niñas bonitas no deben fiarse de los hombres de buenas palabras, y si les escuchan, por coquetas y bobas, les estará bien empleado lo que éste pueda hacerles (conocida fantasía sexual machista). Los Grimm reforzaron la interpretación sexual de Perrault ("¿Qué llevas debajo de tu delantalito?", cuando, de hecho, las ilustraciones existentes mostraban a la niña con una cesta), e introdujo al leñador, el hombre bueno que saca a las dos pobres inútiles de la barriga del lobo... En los dos cuentos, niña y abuela son figuras pasivas, despojadas de iniciativa e inteligencia.

Todo en el cuento que traduzco ahora -supuestamente el que inspiró a Perrault- parece temblar por la carga de significados simbólicos muy distintos... Dónde, cuándo sería redactado... Hay leche y pan, ingredientes del mundo materno-infantil, hay una encrucijada, y un sendero de alfileres que la niña recoge sin pincharse. Hay detalles extraños, como la mención a la tranca de la puerta o la aparición del gato. Hay cosas que parecen duras pero que lo son menos que las fantasías misóginas tan a menudo unidas a la historia: el canibalismo involuntario, el que las mujeres beban o fumen, el que se aluda a la caca... Más que una historia falsa para educar en los valores imperantes parece un sueño del que se podría aprender algo.

Uso de la expresión. Menos lobos, Caperucita indica incredulidad por parte de la persona que lo dice y acaba de escuchar a otra. La expresión no es sólo horrible por la burla que conlleva, pero esto daría para otro artículo.

La historia de la Abuela
(tradición oral italiana)

Había una mujer que acababa de cocer pan. Le dijo a su hija: "Ve a llevarle esta hogaza calentita y esta botella de leche a tu abuelita". Y la niña partió. En la encrucijada se topó con bzou, el hombre lobo, que le dijo: "¿Adónde vas?". "Le llevo esta hogaza calentita y esta botella de leche a mi abuelita". "¿Qué camino tomarás: el de las agujas o el de los alfileres?", dijo el hombre lobo. "El camino de las agujas", le dijo la niña. "Vale, entonces yo tomaré el de los alfileres." La niña se entretuvo recogiendo agujas. Mientras tanto, el hombre lobo llegó a la casa de la abuela, la mató y puso alguna de su carne en el armario y en el estante una botella con su sangre. La niña llegó y llamó a la puerta. "Empuja", dijo el hombre lobo, "La tranca es una pajita mojada". "Buen día, abuelita. Te traigo una hogaza calentita y una botella de leche." "Ponlo en el armario, mi niña. Coge de la carne que hay dentro, y la botella de vino del estante." Cuando terminó de comer, un gatito dijo: "¡Caramba! Quien se come la carne de su abuela y se bebe su sangre es una guarra". "Desvístete, mi niña", dijo el hombre lobo, "y échate aquí, a mi vera". "¿Dónde dejo el delantal?" "Tíralo al fuego, mi niña, ya no te va a hacer ninguna falta." Y cada vez que le preguntaba dónde dejaba todas sus otras prendas, el corpiño, el vestido, las enaguas, las largas medias, el hombre lobo respondía: "Tíralas al fuego, mi niña, ya no te van a hacer ninguna falta". Cuando se tumbó en la cama, la niña dijo: "Ay, abuelita, ¡qué peluda eres!". "Así no paso frío, mi niña." "Ay, abuelita, ¡qué uñas tan fuertes tienes!" "Así me rasco mejor, mi niña." "Ay, abuelita, ¡qué hombros tan anchos tienes!" "Así puedo cargar la leña, mi niña." "Ay, abuelita, ¡qué orejas tan grandes tienes!" "Así te oigo mejor, mi niña." "Ay, abuelita, ¡qué agujeros de la nariz tan grandes tienes!" "Así aspiro mejor el aroma de mi tabaco, mi niña." "Ay, abuelita, ¡qué boca tan grande tienes!" "Así te como mejor, mi niña." "Oh, abuelita, no me aguanto más. Déjame salir." "Mejor háztelo en la cama, mi niña." "Ay, no, abuelita, quiero ir fuera." "Vale, pero date prisa." El hombre lobo le ató un cordón de lana al pie y la dejó salir. Cuando la niña estuvo fuera, ató el cordón a un ciruelo que había en el jardín. El hombre lobo se impacientó y dijo: "¿Estás descargando un buen montón ahí fuera? ¿Estás descargando un montón?". Cuando vio que no le respondía nadie, salió de la cama de un salto y vio que la niña había escapado. La siguió pero llegó a su casa justo cuando ella cerraba la puerta tras de sí.

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Publicado en mujerpalabra.net en 2006