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Volver a Pacifismo feminista / Feminismo antimilitarista La lucha noviolenta y la construcción de la paz (1983)

Myrtle Solomon

Traducción al español y comentarios de michelle renyé (1992, 2011)

Versión imprimible pdf (6 págs.)

Este artículo fue publicado en Over Our Dead Bodies. Women Against the Bomb (Virago, 1983, ed. Dorothy Thompson). Posteriormente se recogió junto con otros artículos y discursos de Myrtle Solomon en un libro titulado Opening doors to peace. A memorial to Myrtle Solomon external link, publicado por la WRI-IRG (se puede leer online y también adquirir una copia). Hoy puede ser interesante leer este artículo por varias razones: a raíz de la destrucción generada por la central nuclear en Japón en 2011, se ha reactivado el debate antinuclear, y cuando Myrtle escribe era también desde la consciencia de las bombas nucleares lanzadas en 1945 en Japón y de la subsiguiente carrera de armamentos nucleares, por lo que los dos momentos de la historia se aproximan: nos ayudan a ser conscientes del tema y a establecer las conexiones. Además, se hace un llamamiento a que le dediquemos tiempo, inteligencia y esfuerzo a concebir y aplicar métodos de resolución de los conflictos que no se basen en el uso de la violencia, a que pensemos y llevemos a la práctica experiencias de lucha noviolenta, y esto justo ahora, cuando vemos que es posible que se intensifique la voluntad de la población frente a la nefasta gestión de sociedades y recursos en el planeta, es una inspiración y reflexión valiosa para organizarse mejor y enfocar mejor las cosas. Algo más: hay aquí sensibilidad feminista, pero casi 30 años después se echan en falta algunas conexiones. He intentado aportar en los corchetes y notas al pie tituladas "Ampliación del texto por enfoque feminista" un ejemplo de cómo se puede incorporar la sensibilidad feminista a los análisis, porque al ser Myrtle feminista, pienso que le habría interesado mejorado este aspecto del texto. Los corchetes que empiezan por una barra inclinada ofrecen una alternativa al término. Hay notas para ayudar a conocer las luchas noviolentas mencionadas y para contextualizar. Añadir que el muro de Berlín cayó en 1989 y la Unión soviética se disolvió en 1991, lo que puso fin a la Guerra Fría y supuestamente a la voraz carrera por acumular y desarrollar armas nucleares. Entre los gobiernos occidentales, también terminó la necesidad que sentían por disimular su obediencia al dinero y su desprecio por las personas y la naturaleza, para así evitar que el comunismo fuera considerado por sus poblaciones una alternativa. De este periodo glacial, unos de los debates que llegaron al movimiento pacifista (por lo que Myrtle habla de escenarios de invasión, por ejemplo) eran los de desarme y defensas alternativas (desde la noviolencia, las llamadas defensa social, defensa popular noviolenta; y desde la lucha armada no ofensiva, la defensa civil, por apuntarlo a grosso modo).

La lucha noviolenta y la construcción de la paz (1983) por Myrtle Solomon
Artículo original en inglés external link

La teoría y la práctica de la noviolencia han estado presentes a lo largo de la historia en debates y acciones, y muy particularmente en este siglo 20, lo que podríamos interpretar como síntoma del miedo y rechazo crecientes a la guerra, y también de los sentimientos de impotencia y desesperanza tan extendidos hoy entre la población.

La resistencia noviolenta ante leyes injustas o ante actos de opresión es esencialmente una herramienta que puede utilizar cualquier persona. No ofrece garantías de éxito en toda situación donde se aplique, pero tampoco las ofrecen la guerra y la violencia. Los éxitos y fracasos de las acciones bélicas del pasado poco han tenido que ver con lo justa que hubiera sido la causa vencedora, o con que la razón estuviera de su parte. Lo más habitual ha sido que el bando con menos escrúpulos o con más capacidad de ejercer la violencia haya vencido al más débil en este sentido, o al menos preparado; sin embargo, en numerosas ocasiones la justicia ha estado del lado del bando que ha sido sometido y en muchas, los problemas que llevaron al enfrentamiento podrían haberse resuelto sin haber usado la violencia ni derramado sangre –de hecho, continuaron no resueltos después de dicha guerra y dicho derramamiento de sangre.

La persona pacifista es la que se libera de la tradición de la guerra eliminando de su sistema conceptual la idea de que la guerra pueda ser un método válido para defenderse, para lograr cambios, o incluso para derrocar un régimen militar o dictatorial.

En cualquier caso, la lucha noviolenta no surge únicamente del pacifismo. Puede considerarse una herramienta útil para abordar el conflicto o incluso enfrentar el poder militar sin acción armada [o violenta 1]. Puede optarse por ella por cuestión de inminencia (que no existan armas a mano), [por razones culturales (para el caso de las mujeres, haber sido excluidas del uso de la violencia en la sociedad patriarcal)2], por razones morales (no querer asumir la responsabilidad de matar o infligir daños) o sencillamente por razones prácticas (saber que la violencia provoca más violencia y que rara vez consigue una solución duradera para los problemas).

La noviolencia está presente en nuestras vidas cotidianas, pues muy pocas personas (mujeres u hombres) resuelven sus problemas ejerciendo daños físicos o asesinando a la persona con la que se tiene una diferencia [o de la que tienen que defenderse3]. Desde la perspectiva de las luchas colectivas contra la opresión, la resistencia noviolenta ha sido utilizada en numerosas ocasiones, incluso en el contexto de agresión armada. El ejemplo más reciente es Polonia, donde las trabajadoras y los trabajadores se rebelaron ante unas condiciones económicas intolerables y un gobierno incompetente y represivo llevando a cabo una campaña noviolenta prolongada.* Entre los métodos utilizados en esta lucha y en otras similares del pasado se encuentran la nocooperación con la autoridad, las huelgas, los boicots, la organización social alternativa en los barrios y otras formas de resistencia [y (auto)defensa] no armada. Incluso existen ejemplos de la resistencia noviolenta ante la invasión armada y la ocupación militar, como en Noruega** y Holanda*** en la época nazi o en la India británica. El tipo de lucha generada por Gandhi contra la dominación británica contribuyó a inspirar al movimiento estadounidense por los derechos civiles liderado por Martin Luther King. Durante la guerra del Vietnam, los budistas practicaron tácticas noviolentas similares teniendo un importante efecto en la opinión pública y en las fuerzas ocupantes.4

Todas estas respuestas noviolentas a amenazas y opresiones ofrecen experiencias y materiales que podrían haber sido más utilizados y estudiados, y que incluso podrían haber ayudado a evitar otras guerras, salvando, así, muchas vidas.

Es dudoso que una nación sin armas pueda evitar una invasión o garantizar una defensa adecuada ante un ataque armado a gran escala usando métodos noviolentos; aunque la resistencia noviolenta sí puede, a lo largo del tiempo, hacer que caiga un régimen dictatorial y también alterar significativamente el efecto de una invasión militar. En cualquier caso, el objetivo de este artículo es anotar por qué las activistas y los activistas pacifistas no tenemos confianza siquiera en la resistencia armada limitada, y por qué no creemos que el desarme parcial o selectivo vaya a eliminar la amenaza de guerra o la guerra en sí, o a ofrecer ese tipo de defensa o de seguridad que nos adoctrinan a creer es vital para nuestra supervivencia.

Una persona pacifista cree que sólo encontraremos soluciones duraderas a los problemas del mundo si partimos de negarnos a usar el método de la guerra para la consecución de ese fin. Si renunciamos a este "último recurso" (que, sin duda, es el primero cuando se sigue el impulso de responder a peligros imaginados, como se ha visto en ocasiones), la especie humana podrá encontrar nuevos caminos para desarrollar sus ideas y aprender a convivir, en lugar de continuar perpetuando el uso del asesinato y la destrucción como medio para imponer sus ideologías [y apropiarse por la fuerza de lo que no es lícito apropiarse 5]. El fin último tiene que ser que las palabras "paz" y "guerra" queden obsoletas porque hayamos construido una sociedad basada en la justicia y el respeto a la vida [y no en la obediente reverencia por la muerte y la destrucción].

El siglo 20 ha sido testigo de una escalada sin precedentes en la cantidad de armamento; de armas nucleares y de todos los demás instrumentos de muerte. Ha sido escenario de dos guerras mundiales y de cientos de conflictos más, lo que ha resultado en la muerte de decenas de millones de ciudadanas y ciudadanos, algunas de estas personas armadas, otras desarmadas, y las más incapaces de usar un arma. Las terribles consecuencias se han hecho notar por todo el mundo: gente sin casa, enferma, mutilada, impedida, sin opción a recuperar algo que pudiera llamarse "una vida normal", sometida a cambios de regímenes que con frecuencia han traído consigo sistemas incluso más represivos y militaristas...
Después de que lanzaran la bomba nuclear en Japón, a medida que nos fuimos dando cuenta de su poder, se fue extendiendo por el mundo un estado de shock, como un efecto secundario de la radiación: ¿no habían llegado demasiado lejos los gobernantes al inventar un arma capaz de destruir la vida en la Tierra? ¿Habían inventado un arma que, por su naturaleza, convertiría la Segunda Guerra Mundial en la última? En 1945 esto parecía posible. Sin embargo, ignoramos las advertencias, o no fuimos conscientes de las implicaciones. Perdimos la oportunidad de construir un mundo cuerdo [/basado en la racionalidad empática] en aquellos primeros años después de la Segunda Guerra Mundial: nación tras nación descendió por la resbaladiza pendiente que conducía al desastre.
Hoy en día, quienes seguimos con vida, vivimos ante el abismo del mayor peligro que jamás haya enfrentado nuestra especie, y uno de los síntomas de nuestra enfermedad es una capacidad altamente contagiosa de inventar enemigos para luego ponernos a temblar imaginando lo que nos van a hacer. Los antiguos enemigos se convierten ahora en aliados, los aliados se convierten en enemigos. Las armas controlan cada vez más las relaciones entre los estados, y desde 1945 se utilizan una y otra vez, con el apoyo de los gobiernos británico, estadounidense y soviético, en las incontables guerras que se sufren en los países del tercer mundo [/mundo superexplotado]. La nube de la bomba H acecha sobre las cabezas de todo el mundo. Y mientras se intensifica esta amenaza, estamos desarrollando la conciencia de que nuestros líderes, sean "expertos" militares, "políticos responsables" o ministros del Estado, son incapaces de controlar las armas [y las economías] que han inventado y fabricado. Estamos atrapadas y atrapados en la espiral de la carrera de armamentos, y no conseguimos averiguar cómo salir de ella.

Es necesario que la institución de la guerra sea cuestionada y abolida precisamente porque vivimos en un mundo donde los líderes políticos recurren con suma facilidad a las soluciones militares y porque entre dichas "soluciones" está la nuclear. Hemos desperdiciado más de 30 años ya, tiempo en el que han fracasado todos los esfuerzos de los Estados por mejorar la situación. Centrarse en atribuir la responsabilidad de esto a los gobiernos estadounidense y soviético, como exponen algunas personas, no nos lleva más que a intensificar el miedo que sigue justificando la carrera armamentista. Lo importante es reconocer que tanto las superpotencias como sus aliados han almacenado armas de destrucción masiva en tales cantidades que la humanidad en su conjunto está siendo amenazada. Las poblaciones del mundo debemos forzarles a ponerle fin a esta amenaza; no podemos seguir confiando en la capacidad de ningún gobierno para decidir quién es nuestro enemigo, ni podemos fiarnos de su juicio respecto a cuándo se puede considerar que ha fracasado la vía diplomática y la negociación. Son ellos quienes declaran las guerras, pero somos las poblaciones quienes recibimos la orden de matarnos, de abandonar nuestras vidas cuando nos llaman.
Una de las razones que explican que no progresen las cuestiones de desarme es que demasiada gente está obsesionada con la idea de que es necesario defenderse y que esto sólo puede hacerse a través de las armas. Con todo, nadie se siente a salvo.

El movimiento pro desarme se topa con el mismo obstáculo. Existen numerosos movimientos que trabajan a favor del desarme en diferentes partes del mundo y desde diferentes enfoques. Unos son más cautos que otros; unos tienen las esperanzas puestas en las Naciones Unidas, otros en las iniciativas unilaterales, pero todos exigen un alto para que podamos pensar y recuperar la cordura. Muchos trabajan para que se prohíba el uso y la posesión de armas nucleares. No es difícil demostrar que tales armas no entran en la categoría de "defensivas"; como tampoco que un país sin armas nucleares, siendo supuestamente una amenaza menor para las superpotencias, vaya a estar más a salvo por ello o vaya a ser menos probable que se convierta en objetivo a destruir. Sin embargo, los miedos a un ataque o invasión están tan profundamente arraigados en todo el mundo, que en muchos de estos movimientos se ha incluido en las agendas de trabajo la búsqueda de métodos de defensa [militar] alternativos, quizá para demostrar que su postura es deseable y práctica, o quizá con la esperanza de que quienes detentan el poder les tomen en serio.
Por poner un ejemplo, se ha invertido mucha energía, investigación y pensamiento en lo que suele llamarse "defensa civil popular" –una fuerza armada del pueblo entrenada para labores de defensa en emergencias pero que no operaría fuera del territorio nacional–. Quienes defienden esta postura creen que es viable y posible, aunque de la misma manera que los estrategas militares no han podido demostrar que sus vastos arsenales nucleares vayan a garantizar un futuro sin guerra o nuestra supervivencia después de una guerra, estas personas no han podido demostrar que un país parcialmente desarmado pueda sobrevivir un ataque nuclear o una invasión armada de fuerzas superiores. Mi principal objeción a esa postura es que se conserva el concepto de defensa armada, sigue siendo necesaria la formación militar, se mantiene el conocimiento para la producción de armas nucleares y se siguen pudiendo inventar nuevas armas para almacenar "en casa" o para sacar al mercado y que las usen otras personas.

La postura de una persona pacifista es totalmente diferente porque no parte del concepto de defensa; de hecho, parte de la renuncia a cualquier tipo de defensa armada. Porque, entre otras cosas, nunca se ha sentido segura o protegida por vivir en una sociedad que confía en la guerra como método para la resolución de los problemas o para hacerle frente a un ataque de otro país.

Para poder ubicar correctamente esta postura pacifista y para plantear que las corrientes pro desarme que se centran en buscar formas alternativas de defensa armada se mueven con excesiva "cautela" y además en la dirección equivocada, es necesario recordar el peligro extremo que de hecho corremos hoy en día. Si en nombre del mito de la disuasión, seguimos confiando en las armas nucleares, estaremos condenad@s a morir y a matar a millones de personas en algún momento (posiblemente, en este siglo). Negarse a fabricar y utilizar armas nucleares conservando y perfeccionando otros medios de la llamada defensa equivale a seguir dependiendo de la guerra, y a no dar, por tanto, ni un paso real para la construcción de la paz.

Las personas pacifistas no disponemos de un plan sobre cómo llevar a cabo una defensa no armada. No creemos que sólo por abolir las armas más sofisticadas vaya a cambiar por completo el curso de la historia, ni tampoco que lo mejor sea recurrir a las llamadas "armas convencionales", pues son las responsables de la muerte a casi 30 millones de personas desde 1945. El tercer enfoque****, el del desarme total, respaldado por una política exterior revolucionaria y la negativa a usar el método de la guerra, es un paso de riesgos, pero los riesgos a que nos enfrentamos ahora a diario son mucho mayores y considerarlos con prudencia y desde la renuncia no ha reducido este peligro. Así pues, hay que dar un salto hacia lo desconocido. Hay quien lo llamaría un salto al abismo, pero quienes pensamos que la guerra es tanto inmoral como anacrónica vemos luz en esa oscuridad. Aunque la defensa civil noviolenta no puede garantizar la seguridad (reconocemos, además, que la resistencia noviolenta no puede evitar una invasión), los entrenamientos en noviolencia y las acciones noviolentas constituyen en sí mismas un medio de transformación de la sociedad, además de proteger ciertos valores [/las ideas de la racionalidad empática para la organización social ] de una forma que ninguna guerra o revolución armada ha sido capaz de proteger jamás. La noviolencia no debe concebirse como una alternativa a la guerra: es una herramienta para la consecución de la paz y la justicia en el mundo. La resistencia noviolenta requiere ser combinada con la educación por la paz y con aprender a abordar el conflicto (ya sea en nuestro barrio o ante la amenaza de una opresión o agresión [nacional]) sin que tengamos que recurrir a la violencia física. El propósito de la acción noviolenta más que relacionarse con no utilizar la violencia, se relaciona con la necesidad de conseguir cambios. Cambiar una situación sin usar la violencia implica que las partes de un conflicto deben pretender en lugar de matarse o de vencer, entenderse. Tienen que estar desarmadas en ambos sentidos de la palabra. Si una parte no lleva armas, ya se está dando un paso en el proceso de la negociación porque no se es una amenaza inminente. La otra parte puede, claro está, usar la violencia contra la primera, igual que podría haber hecho la primera si optara por el uso de las armas, pero al no haberlo hecho, pasan a ser posibles innumerables formas en que socavar y frustrar la oposición militar mediante acción noviolenta y no cooperación prolongada. Quienes se encuentren implicadas e implicados en programas de desarme y en protesta social deberían incorporar la formación teórica y práctica en lucha noviolenta.

Las mujeres están especialmente bien capacitadas para actuar en la lucha noviolenta por la paz no porque sean "el sexo más débil", sino por su peculiar fortaleza y valentía como grupo [frente a realidades adversas], quizá posiblemente porque [como grupo les haya sido vedado el uso de la violencia, esto es, porque] no hayan podido desarrollar la costumbre hasta ahora de usar las armas como medio de ataque o defensa. La adicción de la especie a la violencia debe ser cuestionada y cercada, no ya por discursos espirituales o para demostrar trabajos teóricos, sino por la propia puesta en práctica [consciente] de soluciones noviolentas [en la vida cotidiana].

No existe nada pasivo en esta concepción de una nueva actitud frente al conflicto y la guerra, y tampoco es una ilusión sin referente posible en la realidad. Se trata de maneras de encarnar la idea de construcción de la paz que se difundió con la expresión "dale una oportunidad a la paz", aquella conmovedora llamada a que abriéramos las puertas a un mundo nuevo que no centrara la cuestión del equilibrio en cuántas armas poseemos***** o en los debates sobre defensa [armada], sino en cómo aprender a convivir. Las personas pacifistas no podemos ofrecer una fórmula para solucionar los problemas, pero tampoco han podido hacerlo los militaristas responsables de que estemos en esta situación. Quienes consideran que, en determinadas circunstancias, la guerra es necesaria tienen que enfrentarse al hecho de que sería lógico, entonces, conservar las armas más poderosas que existen. Quienes rechazan el método de la guerra se comprometen a rechazar toda forma de preparación de la guerra y deberían, por tanto, estar dispuestas y dispuestos a entrenarse en cómo ofrecer respuestas noviolentas con una dedicación que pocas personas en las fuerzas armadas son llamadas a tener. No es acertado equiparar la noviolencia a la pasividad o a la neutralidad. Claro que hay fracasos y obstáculos, pero la mayor debilidad hasta la fecha en la experiencia de la noviolencia ha sido no conseguir que se confíe en su capacidad de enfrentarse a conflictos.

Si la especie humana pudiera abordar la noviolencia con el mismo valor y la misma confianza con las que aborda la guerra, buscando continuamente formas en que mejorar las técnicas y adaptar los métodos para cubrir las nuevas necesidades, las herramientas para construir la paz serían cada vez mejores, más eficaces y creativas.

Hemos tardado dos mil años en llegar a una situación en la que, según nos queda patente, la guerra aparece como algo que debemos eliminar de la sociedad pues si no lo hacemos, ésta eliminará a la sociedad. La noviolencia no es una alternativa, es una manera de vivir positivamente [/de vivir y convivir]. La resistencia noviolenta y la defensa noviolenta [/ lucha noviolenta] son sólo pasos hacia esta globalidad, y deben darse desde cada una de las personas, desde dentro. Los gobiernos no van a ordenarnos que nos desarmemos, ni van a reclutarnos a la formación noviolenta, al menos no como sí pueden ordenarnos que participemos en las guerras. Así pues, este movimiento tendrá que iniciarse desde la voluntad de las poblaciones, desde la negativa de cada persona a usar las armas o a ayudar en la preparación de las guerras. Asimismo, tampoco debemos esperar a que otras naciones, aliadas o enemigas, tomen la iniciativa, sino que debemos empezar aquí y ahora por nosotras y nosotros mismos. [******Las naciones más pequeñas son las que tienen más capacidad para liderar este cambio, pues constituyen los eslabones de la cadena de las superpotencias. Rompamos esa cadena antes de que sea demasiado tarde.]

1 Ampliación del texto por enfoque feminista: Pienso sobre todo pero no únicamente en las mujeres defendiéndose de ataques de los hombres, en grupo o solos, en tiempos de llamada paz, o en las guerras.

2 Ampliación del texto por enfoque feminista: Desde la inclusión de un enfoque feminista, falta algo, quizá, las razones culturales de género, que han sido las que han impuesto un tabú sobre el uso de la violencia por parte de las mujeres, quienes en su papel de Mujer en el patriarcado han sido excluidas del uso "legítimo" de la violencia, aunque al haber sido objeto de ella a manos del Hombre han tenido que desarrollar métodos de defensa no armada o noviolenta también.

3 Ampliación del texto por enfoque feminista: Considérense las mujeres que reciben violencia física a manos de hombres. Aquí, ciertamente, hay dos cuestiones, y una aliena a las mujeres (y hombres) feministas de los grupos más dogmáticos del pacifismo: la primera cuestión es que las mujeres reciben violencia física de los hombres y salen de ella, cuando no mueren, las más de las veces sin haber usado ellas la violencia;  la segunda es que la defensa propia de una agresión física no puede considerarse violencia, al menos así lo consideran millones de mujeres frente a la amenaza o la agresión de la violación a manos de hombres.

4 Ampliación del texto por enfoque feminista: Después de estos tres ejemplos de luchas noviolentas de marcado carácter espiritual y religioso (¿acaso sin este carácter espiritual dichas luchas no habrían sido noviolentas?) y lideradas por hombres cuyo feminismo es dudoso, se echarían en falta ejemplos de lucha noviolenta de carácter social estrictamente, llamémoslo laico, y que incorporara el feminismo preferiblemente. ¿Por qué es difícil pensar en ejemplos para ilustrarlo, cuando las mujeres llevan siglos luchando a diario sin usar la violencia? ¿Existen luchas colectivas así, o más bien, pudieron existir, ya que se nos excluyó sistemáticamente de la historia?

5 Ampliación del texto por enfoque feminista: Imponer ideologías ha sido sin duda alguna uno de los objetivos fundamentales de las guerras (religiosas, políticas). Pero la guerra se produce también porque se quiere usar a la gente como esclava y arrebatar recursos materiales que existan allí donde vivan.

* Nota sobre luchas noviolentas: en 1980, un par de años antes de que Myrtle escribiera este artículo, se produjo el inicio de la lucha que desembocó en la constitución del sindicato polaco Solidaridad en Polonia. La campaña de huelgas empezó en solidaridad con Anna Walentynowcz, a quien habían despedido del astillero Lenin de Gdansk.

** Nota sobre luchas noviolentas: ante la ocupación nazi en los años 40 del siglo 20, las profesoras y profesores noruegos se negaron a participar en la construcción de un sistema educativo diseñado siguiendo el modelo fascista. A pesar de la censura en los medios de comunicación, la población se enteró de que cada profesor/a había mandado una carta a las autoridades negándose (de 8 a 10.000 del total de 12.000 profes), y mandaron a su vez sus propias cartas de apoyo.

*** Nota sobre luchas noviolentas: como la población noruega en la ocupación nazi, diferentes sectores de la población holandesa se negaron a cooperar con los nazis: profesionales de la salud, artistas, profesoras y profesores se negaron a seguir las directrices marcadas para su profesión por los nazi, y se negaron también a afiliarse a nada creado por ellos; los granjeros se negaron a pagarles impuestos, y el personal del ferrocarril hizo huelgas para no llevar a ninguna persona judía a ningún campo de concentración.

**** Las consideraciones de este párrafo se hacen pensando en el escenario de guerras (entre naciones). En el original, se dividía en varios párrafos, pero al estar dedicados algunos a la noviolencia, se podría interpretar en un contexto distinto al de las guerras, lo que no favorecería la comprensión de las ideas expuestas.

***** La carrera de armamentos nucleares se llamó Equilibrio del Terror.

****** Creo que esta última parte no la habría mantenido en estos días, cuando las poblaciones están cobrando entidad en sus acciones más allá de las naciones-estado que las alojan y gracias a las tecnologías de la comunicación y la información.

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Información sobre uso de este material: de la traducción comentada, dominio público
Publicado en mujerpalabra.net en julio 2011