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Conoce a... Bronislawa Wajs (Papusza)

Volver a Papusza Lectura feminista sobre Papusza (2023)

Ir a webita de autora Noelia Cortés

Versión imprimible con collage pdf (3 págs.)

Por mucho que desde determinados espacios se repita que faltan referentes gitanos en el mundo literario, ni es cierto ni es tan simple.

Tomando interés se puede descubrir que sí que existen estos referentes, aunque la mirada no-gitana no los incluya en su amplio imaginario colectivo. Además, muchos de estos artistas han inspirado a músicos y escritores de otras generaciones y han creado un idioma propio y reconocible.

Por otra parte, el Pueblo Gitano no ha tenido jamás el mismo acceso a la escolarización o a los medios de producción de obras culturales. Más bien ha sido continuamente exiliado de todo aquello tocado por lo académico o lo institucional, así que los referentes que sí han llegado a publicar son dignos de una admiración caleidoscópica, dividida en cientos de fragmentos y colores cuyos matices y contextos forman la imagen final.

La existencia de la poeta Papusza —muñeca en romaní, de nombre real Bronisława Wajs— es una bandera para la literatura gitana, pero suele verse perjudicada cuando se escribe sobre ella desde lo ajeno, arrojándole en lo alto más prejuicios de los que ya tuvo que soportar en vida.

Todas las escritoras que nos guían el camino han tenido que sufrir de una forma u otra el dedicarse a la escritura en un sistema pensado por y para los hombres. Si no han publicado su obra de forma anónima o con un nombre falso, han tenido que firmar como «por una mujer», han tenido que morir para que algún hombre edite sus poemas y reciban reconocimiento entonces o han sido descubiertas por las lectoras después del instituto, donde los libros de Lengua y Literatura estaban repletos de retratos de hombres a los que estudiar por obligación.

Dar a entender que las dificultades de Papusza para dedicarse a la escritura se debieron a que el Pueblo Gitano es más cerrado de mente es absolutamente falso, injusto e hipócrita, pero no por ello deja de darse en la mayoría de relatos sobre ella.

Bronislawa Wajs y Noelia CortésSi damos un paseo por la historia de la literatura, descubrimos que la primera novela de ciencia ficción, Frankenstein o el moderno Prometeo, fue escrita por una mujer: Mary Wollstonecraft Shelley. Estuvo publicada anónimamente hasta años más tarde, pese a ser ella la hija de la mismísima autora de Vindicación de los derechos de la mujer. Lo mismo ocurre con los pseudónimos con los que se publicaban las obras de las hermanas Brontë, iconos de la literatura feminista, y con novelas tan reconocidas como Sentido y sensibilidad de Jane Austen. Sylvia Plath sólo tuvo éxito póstumamente, cuando su marido editó su obra y quemó los diarios donde narraba sus abusos. Elizabeth Siddal es muchas veces descrita como «musa de la Hermandad Prerrafaelita», aunque ella también pintaba y escribía sus propios poemas. Virginia Woolf estaba segura de que muchas mujeres se escondían detrás de ese «Anónimo» que escribió tantos libros.

Fingir que Papusza no cabe en este mismo análisis es lo mismo que decir que no cabe en la lucha contra la misoginia, y que desde la mirada del feminismo blanco ella se encontraría en la otredad, siendo sus problemas por gitana y no por mujer —¡como si una parte de su identidad anulase la otra!

No dejaban vivir a los gitanos
y nos llamaban perros.
¡Oh pobres y grandes gitanos!
¿Cómo sobrevivís a este mundo
sin saber leer ni escribir?
Un día ya no estaréis,
la muerte os va llevando uno a uno.
Y no quedará nada de vosotros.
Pero yo escribo como puedo,
aunque a veces caen mis lágrimas
algo legaré a los que vengan,
y me conocerá el mundo, recordará
que hubo una mujer gitana
desdichada y mísera,
que sólo quería leer, escribir (…)

PAPUSZA, “Yo, pobre gitana” [El bosque, mi padre. Ediciones Torremozas, 2019].

Las creaciones artísticas de mujeres como Papusza, Philomena Franz o Ceija Stojka estuvieron atravesadas por sus trágicas memorias del Holocausto, donde perdieron a muchos de sus familiares y conocidos. Si no hubieran sido gitanas, quizá hubieran escrito importantísimos manifiestos feministas, centrándose en una única persecución.

Hay algo sobrecogedor en los símbolos más visitados por Papusza: el bosque como hogar, la voluntad de Dios, los nazis, la pena, el fuego, las estrellas, la niñez, la identidad, el miedo al olvido… Según la mitología de sus poemas, los elementos de la naturaleza y Dios —que son casi una misma cosa— protegían al Pueblo Gitano de la persecución nazi. Si estaba lloviendo, ella confiaba en que Dios haría que la lluvia parase y así mantener el fuego para que los gitanos pudieran guisar y comer. Si pedía algo en sus rezos, Dios haría caer una hoja dorada. La Luna la miraba por la ventana para avisarla de que una muchacha judía necesitaba cobijo, y las estrellas relucían para cegar a los nazis y que no los encontrasen. Los pájaros tarareaban sus canciones gitanas por los bosques más lejanos.

Si hacemos un estudio fugaz del hilo conductor que une sus versos con las letras de los cantaores Lole y Manuel, veremos que estos símbolos poéticos aparecen en numerosas obras de artistas gitanos, nacidos en distintos países y momentos históricos, como un gran eco de espejos que atraviesan el tiempo. Papusza cuenta que «Un pobre pájaro se acerca a la ventana, congelado, y pide pan (...) Le daré todo lo que pueda encontrar» y Lole y Manuel cantan que «Vi que un pajarillo quería cantar pero estaba ronco, lloraba de pena y en mis manos le di de beber agüita del río con hojas de menta». Lole y Manuel dicen «Señor de los espacios infinitos (...) enséñales a amar a mis hermanos, y enséñales lo bello de la vida, a ser consuelo en todas las heridas y amar con blanco amor toda la Tierra, y buscar siempre la paz, Señor, y odiar la guerra» y Papusza, tras sobrevivir a la guerra, escribe «Llevar mi canto a los malvados que desean la guerra. Hacerles comprender que no depara nada bueno. Dios, no permitas a nadie vivir en guerra».

En ambas literaturas el agua tiene compás, las flores sienten, los corazones tiemblan, los caballos son fieles compañeros, el cante de los gitanos es un lamento… Y encajan casi a medida con las pinturas de Ceija Stojka y con las memorias de Philomena. Esta última, en su libro Entre el amor y el odio, una vida gitana, cuenta una lección que le enseñó su abuelo sobre cómo todas las criaturas de la naturaleza son sagradas, y suena exactamente a cuando Lole canta «Dime si has cortao’ alguna flor sin que temblaran tus manos».

Todas estas narrativas están hermanadas y desde esa mirada hay que leer a Papusza: la literatura gitana, el anhelo de permanecer pese a todos los impedimentos, la belleza frente al odio.

Papusza temía ferozmente que los bosques se olvidasen de los gitanos que los habitaron, y que en el futuro se repitieran estos episodios por la falta de memoria histórica. Como escribió la rapera feminista Gata Cattana: «pueblo errante sabe que ná dura, por eso sabe de pintura también, dejarlo escrito en la pared pa’ quien venga después».

Este temor de Papusza chocaba con el temor del resto de gitanos supervivientes a que ella se atreviera a dejar por escrito ese testimonio: habían intentado exterminarlos en campos de concentración organizados. Habían visto morir a sus seres queridos tras quedar famélicos, irreconocibles y apagados de espíritu. Hubo una noche llamada Zigeunernacht donde asesinaron en las cámaras de gas de Auschwitz a casi tres mil gitanos. Conceptos como Porrajmos o Samudaripen describen expresamente los horrores que sus allegados tenían tan recientes. Ese miedo paralizante hacía que los escritos Papusza fuesen un peligro a evitar, cosa que no ocurría con las mujeres escritoras anteriormente mencionadas, donde sí era la misoginia la causa principal del impedimento.

La valentía que mostró Papusza guarda su semejanza con la del gitano apaleado en el Romance del cante jondo de Federico García Lorca: mientras el teniente coronel de la Guardia Civil Española le interroga para poder reprimirle institucionalmente, él le responde con alusiones poéticas a su libertad. Le dice que su nombre es Gitano, que viene del puente de los ríos, que no puede decirle de qué río porque viene de todos los ríos, que allí estaba haciendo una torre de canela y que ha inventado alas para volar. Aunque gracias a su sangre, también puede volar sin ellas. El teniente cae muerto en el suelo de la comisaría, porque cada vez que el gitano afirma su libertad, él siente que recibe un disparo.

Papusza es una luz contra la ceguera con la que se analizan las aportaciones culturales del Pueblo Gitano. Espero que este trocito de mi mirada ayude a que el lector se acerque más a la suya y la disfrute sin prejuicios.

 

Notas
Franz, Philomena. Entre el amor y el odio, una vida gitana (Xórdica Editorial, Zaragoza, 2021. Originalmente publicado en alemán en 1985).
García Lorca, Federico. Escena del teniente coronel de la Guardia Civil. 1982, Poema del cante jondo, edición de Mario Hernández, Madrid, Alianza. Reimpresión en 1994.

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Sobre uso de este material: Artículo escrito por Noelia Cortés para la publicación con los contenidos de la I Semana Cultural Feminista, "Mujeres que transforman el mundo" (EOI Fuengirola, 2019), y publicado aquí ellibro no salió adelante. Los derechos sobre este texto son de la autora. mujerpalabra.net es el primer lugar de publicación, por lo que se agradece citar todas las fuentes.
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