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Pensamiento - Sociedad, economía, filosofía y política

Volver a Sexualidad, afectos y cultura - Pensamiento en Mujer Palabra La prostitución femenina y masculina

Volver al índice de la autora Coral Herrera Gómez

El amor y el sexo tienen una dimensión económica que tratamos de invisibilizar continuamente en nuestra cultura, pero que es cotidiana e histórica. En televisión nos cuentan historias de amor idílicas de personajes famosos y ricos, pero no nos enseñan los contratos de cifras astronómicas que firman en los acuerdos prenupciales.

Algunos autores como David Buss (1996) recalcan que los primates ofrecen favores sexuales a cambio de protección y recursos, y los humanos hacen lo mismo: "Sexo por recursos, o recursos por sexo: los dos se han intercambiado en millones de transacciones a lo largo de los milenios de la existencia humana."

En algunas sociedades la prostitución ha sido considerado un fenómeno normal y hasta valorado positivamente, como es el caso de las geishas japonesas, las cortesanas renacentistas o las hetairas griegas. En otras se ha tratado de invisibilizar y marginar a las trabajadoras sexuales, que con su sola presencia disgustaban a las señoras casadas, poseedoras de prestigio y estatus social.

Para autoras como Simone de Beauvoir (1949), sin embargo, en la cultura patriarcal no existe gran diferencia entre la mujer prostituta y la casada: "Para ambas, el acto sexual es un servicio; una se compromete para toda la vida con un hombre, y la otra tiene muchos clientes que la mantienen. La esposa es defendida por un macho contra los demás, y la prostituta es defendida por todos los machos contra la exclusiva tiranía de cada uno. La gran diferencia entre ambas es que la casada es respetada como persona humana, pese a su opresión, y la prostituta no; en ella se resumen a la vez todas las figuras de la esclavitud femenina".

Para De Beauvoir, la actitud del macho con respecto a la prostitución es siempre cínica e hipócrita porque su demanda crea la oferta, es decir, existen prostitutas porque ellos las solicitan. Sin embargo, sus esposas poseen dignidad y aquellas a las que utiliza para lograr placer son degradadas "sobre todo por parte de los señores de apariencia respetable que despotrican contra el vicio y son los primeros en practicarlo. Se considera pervertidas y libertinas a las mujeres que viven de su cuerpo, pero no a los machos que lo usan".

Otros autores como Pascal Bruckner ponen el acento en el hecho de que la prostitución femenina es cómoda para los hombres porque acceden de modo inmediato al sexo, y ahorran tiempo, se saltan los pasos del cortejo, prescinden de la interacción personal, el trabajo de seducción, y el miedo al rechazo. Otra ventaja es que pueden despreocuparse por completo del placer de la otra persona y centrarse en el suyo, porque la prostituta no protestará. Al contrario que las amantes, las prostitutas desean que el cliente llegue al orgasmo cuanto antes: así podrán ofrecer más servicios en menos tiempo:

"La prostituta no es un cuerpo que goza, se emociona, ríe, llora, se desgarra, se extasía, sufre; es un cuerpo que trabaja, que representa un personaje concreto en una obra concreta escrita por los clientes, es un cuerpo que encarna el teatro íntimo de un extraño, y por ello se le exige que silencie sus caprichos y sus deseos (a no ser que se le pida lo contrario)".

Por otro lado, sin embargo, muchos clientes desearían ver disfrutar de verdad a una profesional del sexo para sentir la potencia de su hombría. Uno de los mitos que recorren el imaginario colectivo, en este sentido, es el de la puta que no cobra al macho por lo bien que este se ha portado, o por que ella se enamora de él sin remedio (un ejemplo de ello lo vemos en la copla española de La Bien Pagá).

Sin embargo, la realidad es bien distinta: las prostitutas no están obligadas a fingir placer o amor, y sus clientes tampoco. De ahí que a menudo las prostitutas ofrezcan sus genitales para ser usados, pero no permitan que se les bese en la boca, porque de algún modo ofrecen su cuerpo desexualizado, y no desean compartir otro tipo de contacto que ellas consideran más íntimo y personal. El cliente "alquila" su cuerpo por cuarto de hora, no su alma ni su deseo, que no están obligadas a ofrecer. La prostituta adula al hombre para atraerlo, pero una vez que lo lleva a la cama él siempre duda de si a ella le atraen sus atributos físicos y personalidad, o su dinero.

De ahí que muchas veces los hombres, según Bruckner, experimenten una especie de vacío tras la eyaculación que les pone de mal humor o les irrita. La trabajadora sexual se limpia, se viste, y se prepara para recibir un nuevo pene, de modo que es una mujer que en el fondo nunca es poseída del todo por ningún hombre.

Bruckner (1977) insiste en la idea de que la prostitución es un trabajo más y "no es más inmoral que el trabajo del peón, del minero, del ejecutivo, del artista, del escritor, de la mecanógrafa; no es más abyecto, es decir, menos abstracto, cínicamente concentrado en el resultado (el dinero) e indiferente a los medios de alcanzarlo".

Para Bruckner, entre el obrero y la puta aparecen dos analogías decisivas: la libertad y la indiferencia. Las prostitutas declaran: "Hacemos este oficio por la facilidad con la que podemos abstraernos de él. Nos desdoblamos, escapamos de nuestro cuerpo de trabajo, no es precisamente divertido, pero, ¿quién está hoy al abrigo de este desdoblamiento? ¿Qué empleado (a)? ¿Qué obrero (a)?"

Afirma que la modernidad es ese momento en que toda puta puede decir "yo trabajo" y todo trabajador "yo soy puta": "Hacemos un trabajo como cualquier otro, dicen, porque todo trabajo es una forma de prostitución. Vendemos nuestro cuerpo, como cualquier persona. Lo que nos vale la piedad de los más caritativos, lo que, a los ojos de todos, progresistas y retrógrados, es el estigma de nuestra profesión, obedece rigurosamente a la lógica del contrato de trabajo. Si vender su cuerpo es pecado, es un pecado universal".

Si consideramos que la prostitución sexual es equivalente a la prostitución de la fuerza de trabajo, hallamos que las hetairas actuales se enfrentan a unos riesgos laborales de gran envergadura: están expuestas a conductas violentas y sádicas, al contagio de enfermedades de transmisión sexual, su vida laboral es sumamente inestable y breve (porque pronto llega la vejez), y su situación es a nivel legal, irregular, de modo que pueden ser detenidos o acosadas policial y jurídicamente. Es un colectivo de trabajadores sin derechos de ningún tipo: los clientes pueden irse sin marcharse, mantener un trato vejatorio o humillante, violar a la prostituta o incluso asesinarla. La frecuencia de estos casos convierte a la prostitución, especialmente la de calle, como una profesión muy peligrosa.

Sin embargo, las posiciones teóricas en torno a este problema son muy diversas y contradictorias entre sí. Los abolicionistas quieren acabar con la prostitución, y piensan que es necesario dotar de recursos alternativos a las mujeres que la ejercen, y reeducar a los hombres. Esta corriente cree que hay que liberar a las mujeres de la esclavitud sexual, que seguirá habiendo desigualdad de género mientras exista la prostitución, y se muestran contrarias a la normalización. Centran mucho su trabajo en la lucha contra la trata de mujeres, las mafias que explotan y esclavizan a mujeres que no desean trabajar para ellos, el proxenetismo, etcPor otro lado, están los grupos que no centran su lucha en acabar con un fenómeno tan antiguo, sino que defienden la dignidad de este trabajo. Son colectivos de trabajadoras sexuales que piden la legalización de su profesión (en Holanda por ejemplo es una actividad legal). Exigen tener acceso a la sanidad pública, a pasar controles sanitarios periódicos, contar con asesoramiento jurídico o protección policial, y sobre todo, quieren dejar de ser consideradas delincuentes.

Su desprotección legal conlleva el hecho de que otras personas e instituciones persigan o castiguen su actividad, a la vez que se lucran a través de sus cuerpos. Chulos, proxenetas, policías, traficantes de personas, redes mafiosas, grandes empresarios y políticos sancionan, vigilan, se apropian de la fuerza de su trabajo con total impunidad.

En nuestro país es muy conocido el colectivo Hetaira, que lleva desde 1995 exigiendo "que se reconozca y respete la dignidad de las prostitutas y su capacidad de decidir, sin coacciones, a qué quieren dedicarse y cómo o con quién quieren establecer acuerdos comerciales".

Sus principales objetivos son:

punto La defensa de los derechos de las prostitutas y de la normalización de su trabajo.

punto La lucha contra la estigmatización social y la criminalización de la prostitución.

punto Fomentar la auto organización de las prostitutas.

punto Promover la solidaridad entre las mujeres, tratando de que desaparezca la división entre las "malas" (las putas) y las "buenas" mujeres (todas las demás).

punto Concienciación de la sociedad sobre la realidad de la prostitución y su entorno.

punto Detectar y apoyar a las víctimas de trata de seres humanos. La protección, atención, asistencia formativa, informativa, jurídica y psicológica de las mujeres víctimas de trata obligadas a ejercer la prostitución.
 
La mayor parte de estos colectivos reclaman la visibilización y legalización de esta profesión que no sólo no ha sido erradicada, sino que aumenta con el tiempo gracias a la apertura del comercio sexual a nivel internacional.

Lo confirma el Informe de la Dirección General de la Mujer (2002): el sexo alquilado está cada vez más disponible, es más permisible, más publicitado y es más tolerado. Según este estudio, las principales causas de la prostitución se pueden agrupar en tres grandes bloques:

punto Económicas y educativas: paro, irregularidad documental, escasez de nivel formativo, desconocimiento del idioma, falta de información y recursos para emigrar, explotación laboral, la feminización de la pobreza, el turismo sexual de las clases altas,…y sobre todo la demanda de la industria sexual y la riqueza que genera el tráfico de personas.

punto Psicosociales: abusos sexuales, violencia de género, faltas de redes de apoyo sociales y familiares, situaciones de exclusión y marginación social, uso de drogas, falta de autoestima y habilidades sociales, estereotipos de la mujer como objeto sexual.

punto Familiares: abuso incestuoso, ruptura de lazos familiares, prostitución inducida por un familiar, maltrato psicológico, violencia física, repetición de modelos familiares, compañero o marido en paro, pareja con adicciones, pareja que induce a prostituirse a su compañera…

El elemento común entre los clientes, según el Informe 2002, es que poseen una visión de las relaciones de género desiguales. Según este estudio, los hombres dicen acudir a la prostitución por:

punto la vivencia y la emoción del ambiente (lo mítico, lo prohibido, el lado oscuro de la vida...)

punto para tener acceso a sexo (problemas relacionales o de soledad),

punto para realizar una práctica en concreto (deseo de ser seducido por una mujer sexualmente agresiva, deseo de dominar...).

Bruckner cree que los mayores demandantes son:

punto los que tienen problemas para ligar

punto los que no tienen problemas pero no quieren trabajarse la seducción

punto los que quieren escapar de la pareja sin ponerla en peligro;

De acuerdo con el estudio de Mansson, S. (2001), los clientes más habituales son los que tienen más parejas sexuales, lo que contradice, según el autor, la creencia sobre el cliente solitario en busca de sexo por necesidad. Aunque, tal y como señala Mansson, quienes parecen tener más dificultades para mantener parejas estables y relaciones afectivas normalizadas son precisamente los hombres que acuden con mayor frecuencia a la prostitución.

Otros estudios se centran en la dificultad de los varones para asimilar los cambios entre las relaciones de género tras la revolución feminista, y la persistencia en los estereotipos que dividen a las mujeres en dos grupos: uno al que pertenece la madre, la esposa, la hermana (mujeres buenas), y otro al que pertenecen todas las demás (susceptibles de ser folladas, alquiladas o utlizadas para obtener placer; putas todas).

La prostitución molesta profundamente a la burguesía y las clases medias: su existencia pone de relieve ese lado sombrío de la realidad que no parece en los medios de comunicación, esa cantidad de personas que viven como ciudadanos normales, mezclados entre el resto, pero cuyas prácticas sexuales se consideran pervertidas o desviadas (pederastas, sadomasoquistas, zoofílicos, etc.). Pone entonces de manifiesto también la hipocresía social: los matrimonios siguen pese a la existencia de la prostitución, o más bien, gracias a ella.

Son muchos los hombres respetables que se presentan a ojos de la sociedad como heterosexuales y monogámicos, pero tienen una doble vida. En el lado diurno, los hombres acuden a misa con la familia los domingos; en el nocturno, esos padres de familia con un cargo de responsabilidad político o económico se desdoblan y se convierten en "puteros", sin que su doble vida le represente un conflicto emocional o espiritual alguno, ya que sienten justificada su necesidad de novedad sólo por el hecho de ser varones.

La prostitución ha sufrido un proceso de sublimación mediática que ha mejorado su imagen y ha derribado estereotipos. Digamos que con un lavado de imagen, la prostitución se ha normalizado porque se presenta como un dispositivo de consumo más, de igual modo que la pornografía. La prostitución ha experimentado un proceso continuo de normalización: ya no se presenta como un transmisor de enfermedades venéreas, o como algo sucio, clandestino, relacionado con las drogas, la delincuencia y la marginalidad. Ahora es un proceso más sofisticado, más light, menos morboso y más aséptico: un ejemplo de ello son las señoritas que acuden a fiestas de futbolistas multimillonarios como si fueran invitadas o amigas, pero sin la presencia molesta de novias o esposas.

Katheleen Barry escribió sobre la relación que existe entre la explotación sexual y el poder patriarcal, que ha situado a los hombres poderosos en una situación de dominación:
"Considérese algunos de los perpetradores más agresivos: si se tiene en cuenta la cantidad de hombres que son chulos, procuradores, miembros de mafias de trata de blancas, gestores de burdeles y salas de masaje conectados con la industria recreativa de la explotación sexual, intermediarios pornográficos, maridos que maltratan a la mujer, pederastas, agentes del incesto, violadores, una no puede evitar sentir estupor al advertir la gran cantidad de población masculina que participa en la esclavitud sexual de las mujeres".

Para Barry, el escandaloso número de hombres implicados en estas prácticas debería ser motivo para declarar un estado de emergencia nacional e internacional, una crisis de violencia sexual.

La prostitución masculina

Y hablando de la explotación de género, es importante recordar que la prostitución masculina es una profesión tan antigua como la femenina (Benjamin y Masters, 1964), pero está aún más invisibilizada socialmente por la homofobia patriarcal, y porque desbarata las tesis que se centran únicamente en la explotación de los cuerpos femeninos.  Y es que pese a que la violencia y la explotación es común, la prostitución masculina no ha sido estudiada a fondo por el feminismo y ello empobrece de algún modo la visión de un fenómeno tan complejo.

Los estudios de masculinidad advirtieron de que los hombres también han sido víctimas de un sistema de poder patriarcal, desigual e injusto. Y el hecho de que haya tráfico de chicos para prostituirlos bajo condiciones de esclavitud demuestra que, aunque las mujeres sufren en mayor medida la explotación y el abuso, los hombres también se han visto utilizados como moneda de cambio, como esclavos sexuales, como objetos-cuerpo para uso y disfrute de los señores poderosos.

Paralelamente, creo que es importante entender que no todas las personas que se prostituyen son víctimas: muchas de ellas ejercen esta profesión voluntariamente, especialmente en el caso de la prostitución de lujo. Multitud de modelos, cantantes, presentadoras, showmen, showoman, camareros, azafatos, azafatas y estrellas mediáticas se prostituyen por unas cifras muy elevadas con personajes importantes de la actualidad política, deportiva o económica, y no se consideran víctimas. En muchos casos pueden negarse a prestar sus servicios, y la ejercen puntualmente, para lograr ingresos extra que les permitan llevar un nivel de vida superior.

El estudio de Rafael Ballester Arnal, Rafael, y Mª Dolores Gil Liario (1996) sobre prostitución masculina en España es muy interesante porque deconstruye todos los estereotipos que existen acerca de los chaperos o gigolós masculinos: no son personas superdotadas ni obsesionadas con el sexo, no todos son delincuentes, drogadictos o enfermos mentales, y muchos provienen de familias de clase media-alta.

Otro dato interesante es que en la actualidad los prostitutos no constituyen un grupo social organizado y su situación legal es todavía muy ambigua. Las prostitutas, en determinados contextos, están más organizadas y se concentran en determinados barrios y locales. En algunos países trabajan bajo licencia estatal e incluso conforman grupos de presión política. En cambio la prostitución masculina sigue siendo vista como algo más monstruoso que la femenina, que hasta cierto punto ha sido sublimada por la cultura patriarcal.

Sin embargo, el estudio de Ballester y Gil se limita a los trabajadores sexuales que ponen anuncios en periódicos o a través de Internet; otra cuestión son los chavalitos árabes que se prostituyen en las estaciones de tren o de autobuses, en la Puerta del Sol de Madrid, en las discotecas de ambiente, o en la entrada de los cines X. O, en el extremo opuesto, los hombres jóvenes que se casan con mujeres más ricas que ellos para ser mantenidos económicamente a cambio de cariño, sexo y acompañamiento.

Kinsey (1948), y más recientemente Janus (1981), hallaron en sus estudios que en las grandes ciudades americanas hay casi tantos hombres como mujeres adolescentes ejerciendo la prostitución en la calle. En 1977 había 13.000 chicos menores ejerciendo la prostitución en París. En la Antigua Grecia, se consideraba normal que un muchacho prestase servicios sexuales a hombres adultos a cambio de conocimiento: los grandes filósofos mantenían relaciones con jóvenes efebos y les explicaban que a través de la sexualidad podrían alcanzar el conocimiento. Estos jóvenes se prostituían a cambio de un material filosófico, y en otras culturas se ha ejercido a cambio de otros recursos, normalmente riquezas materiales o dinero.

La prostitución masculina de carácter homosexual constituye un fenómeno social muy antiguo, pero la prostitución masculina de tipo heterosexual es un fenómeno relativamente nuevo, según Ballester y Gil (1996). Cada vez son más las mujeres que pagan a cambio de sexo; suelen ser mujeres de clase alta o media-alta, pero es un sector aún muy minoritario.

El perfil del cliente, sin embargo, es el de hombres de mediana edad, con un nivel económico y cultural elevado, que frecuentan con cierta asiduidad (entre una y cuatro veces al mes) al prostituto. La mayor parte de ellos están casados (cerca de un 60%) y son padres de familia con un nivel sociocultural alto. Al parecer, son raros los casos de clientes con una renta baja, según Ballester y Gil.

Otro dato interesante que aportan estos autores es que un 85% de hombres prostitutos afirmó tener clientes asiduos con los que mantenían contactos sexuales con cierta regularidad. También existe un porcentaje de clientes que, según la estimación de los trabajadores del sexo, acuden motivados por la necesidad de hablar con alguien que está enteramente a su disposición y de quien se espera confidencialidad absoluta:

"A veces la necesidad que los prostitutos tienen de estabilidad y seguridad y la necesidad de los clientes de compañía y de sexo, llevan a que una relación o acuerdo puntual puramente comercial llegue a convertirse en una relación continuada. Esto parece haber sido desde siempre un rasgo característica de la prostitución masculina y por otra parte es consecuencia de algo que ocurre en el ambiente gay con mucha frecuencia. (…) Los clientes tienen sus temores, ya que se arriesgan a ser maltratados, robado o a sufrir chantaje. Pero en general, las relaciones se suelen desarrollar en un clima de tranquilidad, acuerdo y reciprocidad" (Ballester y Gil, 1996).

Sin embargo, la imagen que proyectan los medios sobre estos colectivos están siempre asociados a estereotipos negativos. Sólo salen si son noticia, como la que vimos hace pocos días acerca de la desarticulación de una trata de chicos jóvenes, esclavos sexuales. Comentando la noticia con la gente, son muchxs lxs que piensan que ellos se venden o se alquilan porque quieren, otrxs no lo entienden porque no sabían que los hombres se prostituyen y que tienen clientes, y otrxs se ríen con la cara de los policías que tienen que explicar un fenómeno así, sin entenderlo tampoco del todo, y con cara de consternación ante tal monstruosidad.

Y es que lo que no se ve por televisión, no existe. Por eso es positivo que en series de televisión como Aída exista un personaje cuya profesión es trabajadora sexual sin que eso suponga su marginación social ni afectiva.

Creo que hay que romper los estereotipos asociados a su trabajo, porque existen colectivos no visibles (como las amas de casa que se prostituyen, los hombres que se casan por dinero, etc) y otros estigmatizados, como el caso de lxs transexuales, que siempre se asocia a gente con un nivel socioeconómico y cultural bajo y siempre relacionadxs con drogas, delincuencia y crímenes.

La realidad es siempre más compleja... y sorprendente.

Bibliografía

  • libro Ballester Arnal, Rafael, y Gil Liario, Mª Dolores: "Prostitución masculina". Promolibro, Valencia, 1996.
  • libro Bruckner, Pascal, y Finkielkraut, Alain: "El nuevo desorden amoroso", Anagrama, Barcelona, 1979.
  • libro De Beauvoir, Simone: "El segundo sexo. La experiencia vivida", Ediciones Siglo  XX, Buenos Aires, 1949.
  • libro V.V.A.A: Informe sobre el tráfico de mujeres y la prostitución en la Comunidad de Madrid", CIMTM, Dirección General de la Mujer, 2002.
  • libro V.V.A.A, Mujer,Violencia y Medios de comunicación, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer, RTVE, 2002.
  • libro V.V.A.A: "Historia de la Teoría Feminista", (coord. Celia Amorós), Instituto de Investigaciones Feministas, Universidad Complutense de Madrid, 1994.

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Publicado en mujerpalabra.net en enero del 2011