| III
 
 El orden social exige que no elijamos.
 Y no elegimos.
 Y damos de lado, no vemos, a quien elije,
 para no ser excluidas.
 Pero el hecho es, por relativo que queramos ponerlo, que podemos elegir.
 No puede elegir unas cosas quien vive en situaciones
 donde la violencia es palabra
 porque ahí luchan por no morir y no ser asesinadas,
 pero incluso allí donde no hay espacio para elegir,
 hay gente que elige su identidad, porque
 te pueden forzar a hacer lo que quieran (si se ponen a ello),
 pero nadie puede robarte tu cabeza (si la tienes y la respetas).
 Hay muchas situaciones en que sí podemos elegir
 sin que nos maten por hacerlo.
 Deberían ser las que disfrutara todo el mundo, cierto.
 (Por desgracia, socialmente, sólo las disfruta el 15% de la población mundial.
 Aunque a nivel individual, allí donde comienzan
 lo que aún son utopías sociales, la mente vaga por donde quiere
 esté donde esté, a pesar de los pesares).
 Por respeto al resto y a una misma, habría que entender:
 quizá no nos sintamos capaces, pero que es posible elegir.
 Y podríamos alegrarnos si alguien lo hace.
 (En lugar de juzgar a esa persona, en defensa, consciente o inconsciente,
 del callado y berreante sistema.)
 Elegir la sexualidad, sí, el gran tabú. (Como elegir la muerte.) Es cuestión de decidirlo y reeducarse.
 Aprende a erotizarte libre del condicionamiento impuesto
 en silencio y a gritos a lo largo de los siglos.
 Elige qué te erotiza y cómo lo expresas,
 desde la libertad solidaria.
 
 Es posible aprender a amarse y darse placer como persona,
 no como si aceptáramos
 nuestra identidad oficial (género, edad, ocupación...).
 Es posible aprender a amar a las personas,
 descartar amar a géneros,
 pues al fin y al cabo fueron construidos por sistemas de poder
 para organizarnos según determinadas conveniencias.
 
 
  
    | Hay que aprender a ver y dejar de mirar como nos han enseñado
 pues eso está lleno de crueldades.
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