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Pensamiento - Sobre sexualidad, afectos y cultura

Volver al índice de Sobre sexualidad, afectos y cultura - Pensamiento en Mujer Palabra ¿Qué es una mujer?

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No se nace mujer, se llega a serlo. No hay ningún destino biológico, psicológico
o económico que determine el papel que las mujeres representan en la sociedad:
Es la civilización como un todo la que produce esa criatura intermedia entre macho
y eunuco, que se califica como femenina

Simone De Beauvoir, El Segundo Sexo

Un sector importante de la humanidad vive, desde hace tiempo, dentro de una nueva dimensión social a la que se  ha dado en llamar Posmodernidad. La misma plantea, entre otras cosas, una crisis de las certidumbres sobre la vida y el ser humano, aquellas que si bien otorgaban tranquilidad, también imponían como universal una moral y visión del mundo particular de una minoría con poder.

Dicha crisis de las certidumbres, ha abierto brechas para formular preguntas y cuestionamientos que en otro momento eran simplemente imposibles de pensar.

Ante el Día Internacional de la Mujer cabe reflexionar sobre una de esas preguntas, a saber; ¿Qué es una mujer? Ante su sola formulación aparece el shock, la incomprensión, la crisis de una lógica, de un sistema de pensamiento. ¿Qué quiere decir "qué es una mujer"?, si es evidente al verlas, dirán algun*s.

Pero cuando decimos "Mujer", ¿es posible visualizar la infinidad de construcciones sociales, valores y estereotipos que entraña esa categoría concebida para clasificar personas?

El apelar al argumento de la anatomía, al "cuerpo de mujer", para da una respuesta tranquilizadora, parece algo sugestivo. Pero, ¿qué sucede cuando un ser humano nace con genitales cuya conformación no permite clasificarlo como varón o mujer? Se calcula que las personas intersexuales representan el 4 % de los nacimientos a nivel mundial, cifra para nada despreciable. Obviamente, la ideología que da sustento al uso de la tecnología médico-quirúrgica, rápidamente se encarga de "adaptar" los cuerpos de est*s bebés a las lógicas culturales de dos sexos "perfectos" y sin fisuras, para la tranquilidad de tod*s.

En la educación que reciben las niñas muchas veces se escucha por parte de sus cuidador*s: "Así no habla una niña", "eso no es de nenas". Pero, ¿qué quiere decir "de nenas"? y ¿cual sería esa esencia natural a la que haría alusión el señalamiento? ¿Porqué el afán en la corrección y el entrenamiento para ser nena?, ¿no era que ser mujer es algo dado y natural?

Si entramos en el terreno de las auto percepciones, veremos que la supuesta evidencia anatómica del ser mujer naufraga hasta su propia disolución. Las realidades de las personas transgénero, aquellas cuyas vivencias en cuanto a ser mujer o varón plantean una diversidad de posiciones más allá del cuerpo que tuvieron al nacer, acentúan la crisis de aquellas certidumbres que nos planteaba el mundo de sexos binarios, y reinstalan subversivamente la pregunta: ¿Qué es entonces una mujer?, ¿un cuerpo?, ¿una esencia?, ¿un rol?, ¿una vivencia?, ¿una construcción social?, ¿un invento de otros?

La acción de menstruar, embarazarse y parir ofrecerían para algunas personas pruebas irrefutables de la existencia de una esencia llamada mujer. Si bien este es un argumento con peso, se torna en arma de doble filo, ya que desde esa misma posición argumental se piensa que hay algo malo o "incompleto" con el ser mujer cuando no se desea o no se puede tener hij*s. Lo mismo cuando se cree que después de la menopausia no se es ya una "auténtica" mujer, o que cuando se ha vivido la extirpación del útero se diga que fue "vaciada"; ¿Vaciada de qué?, ¿de lo que la hace mujer?, ¿qué es entonces ahora sin su útero?

Si bien menstruar, embarazarse y parir son funciones que realiza el cuerpo, ellas se constituyen en construcciones sociales desde el momento en que la cultura patriarcal-heterosexual las ha utilizado en su beneficio para construir eso que llama mujer. Por ejemplo, los tabúes en torno a la menstruación han formado parte de una tecnología social al servicio de construir la idea de mujer como sinónimo de pecado, suciedad y docilidad. Una mujer al menstruar se tornaría impredecible por su variabilidad emocional, "está ovárica" dicen los prejuicios populares, por tanto se justificaría que quede excluida de los ámbitos de dirección y decisión.

Con el acto de embarazarse y parir pasaría algo similar. La lógica y el sentido común inventados e implantados por quienes han tenido el poder público y político (es decir, quienes se clasificarían como varones, blancos, heterosexuales, de clase media-alta, judeo-cristianos, urbanos y capitalistas) plantean al embarazo y parto como "cargas" exclusivas de las mujeres, justificando nuevamente su supuesta fragilidad, "naturaleza" emocional e incapacidad para la acción. Ideología esta, que al fabricar y apropiarse de eso que llama mujer, también se auto justifica en su negativa patriarcal-heterosexual a "otorgar el permiso" para abortar.

Un ejemplo lo encontraríamos en la selección de personal, en donde el embarazo y parto son considerados "puntos en contra" para considerar la efectividad y eficiencia de quién se postula. De la misma manera, las políticas de licencia post parto privilegian a las mujeres, naturalizando la necesidad de la presencia exclusiva de la madre con su hij* (acentuando el mito del "instinto" materno) y alejando al padre de las funciones de contacto íntimo.

A causa entonces de las ideas formadas sobre estas funciones biológicas (sin mencionar todas las construidas en torno al ser madre), el ser mujer se constituiría en una categoría asociada a lo íntimo, lo doméstico, lo corporal, lo emocional, como natural y justificado complemento (aunque devaluado) de la categoría varón. Categoría, esta última, que a su vez se asocia con lo público, lo racional, lo "valiosamente" humano.

Como prueba de esto último tenemos el fenómeno del uso, explotación y tráfico de cuerpos (especialmente de los considerados mujer), esos que son desprovistos de toda metáfora que los humanice para ser comerciados al mejor postor, ya sea en la pornografía, las prostitución, las revistas que vemos en los quioscos, o la venta (real o simbólica) de mujeres para el matrimonio.

"Él me hizo mujer"

Esta expresión, aunque antigua pero fácilmente identificable en nuestro imaginario social, sintetiza parte del efecto de la tecnología social con la cual alguien (con poder para que su creación se lo crea) fabrica eso que llama mujer.

Según el sistema religioso antiguo griego, Pigmalión era un escultor que modeló una estatua de mujer tan bella que acabó enamorándose de ella. Así, pidió a Afrodita que le diera una esposa similar, ante lo cual la diosa procedió a convertir la estatua en una mujer de carne, naciendo Galatea.

Así como en el caso de Pigmalión, la cultura e ideología patriarcal-heterosexual depositó el poder en manos de aquellos que entraban en la categoría varón, para modelar cuerpos y subjetividades de mujer.

Ser mujer, por tanto, se ha constituido en un ser para el otro, para la abnegación, el cuidado, el placer sexual (de otros), la estética, una estética que agrade a aquellos que tienen capacidad de comprar y mantener una mujer, una esposa, una amante, una prostituta, una familia.

La discriminación positiva

La diversidad de expresiones, vivencias, percepciones y construcciones sociales sobre lo que es una mujer es tan amplia y compleja, que diluye la posibilidad de concebir una categoría mujer que sea realmente representativa de aquellos seres que pretende representar.

Se suman además las diferentes variables que atraviesan a un ser humano, más allá de la dimensión sexo-género, que muchas veces pueden determinar más su vida que el hecho de pertenecer a la categoría varón o mujer. Si tomamos como eje la discriminación, se podría pensar que una mujer negra, lesbiana y pobre, tal vez tenga más puntos en común con un varón negro, gay y pobre, que con una mujer blanca, heterosexual y rica (siempre y cuando nos mantengamos dentro de la cultura occidental).

Aún así es sumamente válido reconocer que hay un colectivo humano que ha sufrido históricamente la discriminación, como consecuencia de haber encarnado y reproducido la categoría social Mujer (como algo similar ocurriría con aquellos varones que expresan cualquier manifestación que se entienda propia de mujeres).

Es así que los movimientos feministas, conscientes de toda esta compleja diversidad, han intentado plasmar en el nombre Mujer el reconocimiento de esta histórica discriminación, para generar una conciencia de colectivo y apuntar a un cambio social y cultural que genere un equilibrio alternativo en las relaciones de poder que ha impuesto el orden patriarcal-heterosexual.

Por eso aún es necesaria esta discriminación positiva, es decir destacar a un ser humano desde su categoría de mujer, para visibilizar esta discriminación, así como sensibilizar y comprometer a los gobiernos y la opinión pública (conjuntamente con un cuestionamiento de las bases estructurales de nuestra cultura), para generar ese cambio que permita apuntar a la eliminación de las inequidades, y ayude a liberar a las personas de las pesadas cargas que implican las categorías sexuales.

Resulta, por tanto, conveniente celebrar el Día Internacional de LAS MUJERES, en reconocimiento solidario a una lucha histórica, que también muchos colectivos de reivindicación vienen incorporando en sus agendas para la construcción de una sociedad más justa y diversa.

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Publicado en mujerpalabra.net en abril 2011