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Julia Ward Howe

¡Alzaos, pues, mujeres de hoy! ¡Alzaos, todas aquellas mujeres que tengáis corazón, ya hayáis sido bautizadas con agua o con lágrimas!

Decid con firmeza: no permitiremos que las cuestiones auténticamente significativas las decidan organismos insignificantes. No permitiremos que nuestros maridos vengan a nosotras con hedor de matanza en busca de caricias y de elogios. No dejaremos que nos arrebaten a nuestros hijos para hacerles olvidar todo lo que hemos conseguido enseñarles sobre la caridad, la compasión y la paciencia. Nosotras, mujeres de un país, sentiremos hacias las de otros países demasiada ternura como para permitir que nuestros hijos sean adiestrados a fin de herir a los suyos.

Desde el seno de la Tierra devastada se alza una voz que se une a la muestra, y que dice: Desarmaos! Desarmaos!

La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no limpia nuestro deshonor, ni es indicio de posesión la violencia. Al igual, que los hombres a menudo han abandonado el arado y el yunque para atender a la llamada de la guerra, que las mujeres dejen ahora, hasta donde sea posible, las tareas del hogar, y celebren con sinceridad un gran día de asesoramiento. Que se reúnan primero, como mujeres, con el propósito de llorar y rememorar a los muertos. Que luego se asesoren solemnemente unas a otras sobre los requisitos para que la gran familia humana pueda vivir en paz, y que cada una de ellas deje tras de sí la sagrada impronta, no del Cesar, sino Dios.

En nombre de todas las mujeres y de la humanidad, pido fervientemente que se organice un congreso de mujeres, sin exclusión de nacionalidad alguna, que se celebre en el lugar más conveniente y que sea desde el primer momento coherente con sus objetivos, a fin de promover la alianza de las distintas nacionalidades, de servir a los grandes y generales intereses de la paz….

Julia Ward Howe, Boston, 1870